Somalia: Piratas, corsarios y filibusteros del siglo XXI - TicoVisión
Escrito en 06/07/10 a 16:44:43 GMT-06:00 Por Administrador
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Al moverse en las mismas aguas, la Fuerza 150 se enfrenta ocasionalmente a los piratas, pero no es su misión combatirlos.


6 de Julio de 2010
TicoVisión
Por Adolfo Pastrán A.
Periodista

Redacción.- La piratería a lo largo de la costa de Somalia constituye una grave amenaza para los buques que conectan el Mediterráneo con el océano Índico. Oficialmente el fenómeno está fuera de control y las grandes potencias se han visto obligadas a enviar sus armadas a la zona para que escolten a sus barcos mercantes. Sin embargo en algunos puertos somalíes se pueden ver los barcos capturados, amarrados tranquilamente en fila esperando su rescate, sin que los piratas tengan ningún temor a los barcos de guerra cuyo número va creciendo por toda la costa.

Tras una larga investigación Thierry Meyssan saca a la luz a los patrocinadores de este nuevo negocio.

Actualmente la piratería marítima se concentra en tres regiones del mundo: el estrecho de Malaca, el Golfo de Guinea y el Cuerno de África. Sin embargo son tres situaciones muy diferentes.

El 30% del tráfico marítimo mundial pasa por el estrecho de Malaca, donde las poblaciones pobres de Indonesia y Malasia  se enfrentan a la arrogante opulencia de la ciudad-Estado de Singapur. Los piratas son bandoleros organizados en bandas, se desplazan con rapidez y sólo poseen armas blancas. En general se conforman con subir a bordo y desvalijar a la tripulación. Desde 2006, los tres Estados ribereños, tanto atendiendo a la solicitud amistosa de Japón como por miedo a ver desembarcar a la armada estadounidense, se han coordinado para una vigilancia aérea y marítima, la «Operación Ojos en el Cielo», que ha dado sus frutos. Ahora la situación parece estabilizada.

El Golfo de Guinea no es una zona de tránsito comercial, sino de explotación de petróleo y gas. Las plataformas extractoras marítimas y los barcos de aprovisionamiento se han convertido en objetivos de los ladrones y de los insurgentes del Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger. Se trata de grupos extremadamente violentos que apoyan sus exigencias con capturas de rehenes, a menudo mortales. A veces reciben apoyo de los ijaw, cuyas tierras han sido destrozadas por las compañías petroleras y cuya revolución de 1999 fue sofocada en sangre por las tropas de Chevron-Texaco. Más a menudo no tienen ningún apoyo de la población, a la que también aterrorizan. Llevan a cabo ataques tanto en el mar como en tierra, contra los extranjeros y contra los nativos. Nigeria no consigue detener esta criminalidad que se desborda sobre Camerún y Guinea Ecuatorial. Ante el peligro creciente, algunas multinacionales como Shell han decidido abandonar la zona. La producción nigeriana de hidrocarburos ha bajado un 25%, con las consecuencias que podemos imaginar sobre las finanzas del Estado.

Sólo la situación en el Cuerno de África se ha convertido en una cuestión estratégica mundial. En primer lugar porque el estrecho de Bab el-Mandeb (La puerta de los lamentos), entre Yemen y Yibuti, es una etapa obligada entre el Mediterráneo, el canal de Suez, el mar Rojo al norte y el océano Índico al sur. 3,5 millones de barriles de petróleo transitan por allí todos los días. A continuación porque la zona de pirateo se está extendiendo progresivamente al golfo de Aden y a la costa somalí, de forma que no se trata simplemente de un cuello de botella en el que los Estados ribereños deben establecer una policía marítima, sino de una zona muy amplia, principalmente en alta mar y en aguas internacionales. Lo que fue en primer lugar –y en muchos casos sigue siendo- una actividad oportunista de pescadores hambrientos, ha dado nacimiento a un negocio muy lucrativo. Los barcos se capturan con sus tripulaciones y los intermediarios reclaman fuertes rescates a los armadores. Ese extenso bandidaje se ha desarrollado en función de los resurgimientos políticos-militares en Somalia y sirve de justificación para el despliegue de una armada occidental con pretensiones neocoloniales.

El caos somalí

El lector recordará la interminable guerra civil que ha asolado el Cuerno de África desde 1974. Finalmente, aunque Etiopía y Eritrea se estabilizaron, Somalia sigue presa del caos. El país está dividido entre los clanes. La ex colonia británica de Somaliland y el Pount constituyen dos casi-Estados, con fronteras fluctuantes, que se declaran la guerra ocasionalmente, aunque ambos reciben el apoyo de Etiopía (1). Su formación fue estimulada por las Naciones Unidas, que pensaban así reconstruir Somalia procediendo a su división. La AMISOM, la misión de paz desplegada por la Unión Africana gracias a los contingentes de Uganda y Burundi, defiende el Gobierno provisional, única autoridad reconocida por la comunidad internacional. Pero el presidente Sharif Ahmed sólo ha conseguido hacerse obedecer en algunos distritos de Mogadiscio. Sigue habiendo combates en la capital. Los milicianos de Ahlu Sunna wal Jama’a protegen a los Hermanos Sufíes (2), mientras que los de Al-Shabaab (brazo armado de los Tribunales Islámicos) quieren imponer una interpretación rigurosa de la Sharia (3). Cientos –quizá miles- de grupúsculos armados se crean, se alían y se defienden a merced de los acontecimientos. La ONU ha dictado un embargo sobre las armas, que nadie respeta, e intenta socorrer a las poblaciones a pesar de las frecuentes desviaciones de la ayuda alimentaria mundial.

En ese contexto infernal reapareció la piratería en el año 2000. En aquella época las tensiones regionales obligaron a los etíopes a concentrar su comercio marítimo en Yibuti. Sus naves fueron las primeras presas. Los ataques sólo tenían lugar en el estrecho de Bab el-Mandeb. Pero los atacantes –que se consideraban beligerantes y no piratas- fueron alejados por las fuerzas estadounidenses, israelíes y francesas estacionadas en Yibuti.

Para hacer frente al deterioro de la situación en Pount, otros piratas atacaron a los barcos que cruzaban a lo largo de sus costas para repostar. El fenómeno se redujo considerablemente en 2005-2006. Por un lado porque el tsunami del 26 de diciembre de 2004 asoló las costas y destruyó los puertos ante la indiferencia de la comunidad internacional que sólo tenía ojos para las playas turísticas de Tailandia. Y por otra parte porque los Tribunales Islámicos, brevemente en el poder en Mogadiscio, declararon ilegal la piratería según la Sharia.

Fue a partir de 2007 cuando las cosas tomaron un giro particularmente grave. Al apoyar a una heteróclita coalición de señores de la guerra contra los Tribunales Islámicos, la CIA y Etiopía reactivaron los conflictos entre clanes que comenzaban a apaciguarse. Aprovechando el desorden en el que volvió a hundirse el país dos submundos, rápidamente estructurados en organizaciones criminales, se especializaron en la piratería. La primera actúa en el golfo de Aden y la segunda en las aguas internacionales, muy lejos de Mogadiscio (4).

Está claro que estos dos grupos no tienen nada que ver con los piratas anteriores. Mientras que a principios de los años 2000, y todavía en algunos casos, los abordajes eran la extensión en el mar de un conflicto en tierra, o bien incursiones efectuadas por pescadores hambrientos, esta vez se trata de crimen organizado con ramificaciones internacionales.

Superdespliegue militar

Inmediatamente después de los atentados del 11-S, Estados Unidos movilizó a sus aliados, al margen de la OTAN, para apoderarse de Afganistán. La operación «justicia infinita», rebautizada «libertad duradera» incluía –además de la ocupación de Afganistán- una operación en Filipinas, otra a lo largo del Cuerno de África y una tercera en el Sahara.

En lo que concierne a la región que nos interesa, la Fuerza Conjunta de Intervención 150 (Combined Task Force) reunió alternativamente una quincena de contingentes extranjeros de apoyo a la V Flota estadounidense. Con el pretexto de la lucha contra el terrorismo, el objetivo era hacer segura la ruta del petróleo: golfo Pérsico/estrecho de Ormuz/golfo de Aden/estrecho de Bal el-Mandebh/mar Rojo/canal de Suez.

Al moverse en las mismas aguas, la Fuerza 150 se enfrenta ocasionalmente a los piratas, pero no es su misión combatirlos.

En 2007 Francia proporcionó una escolta a los barcos del Programa Mundial de Alimentos y a los de AMISOM. Como corresponde, París informa sobre la protección de las cargas humanitarias y calla la de los cargamentos militares de la Unión Africana.

En 2008 la Unión Europea amplió esta misión en lo que constituye su primera acción naval: la Operación Atalanta. Esta vez, las instrucciones se han extendido a la defensa de los intereses europeos –en un sentido amplio- frente a los piratas (5).

Muy inquieto al ver a los europeos organizarse militarmente, el Pentágono volvió a tomar el mando proponiendo una acción de la OTAN, la cual tiene la misión de encargarse de la defensa europea. Se trata de la operación Allied Provider, rebautizada Allied Protector. En los documentos internos, los analistas de la Alianza señalan que la lucha contra la piratería no es en absoluto una necesidad militar, pero que es una ocasión excelente de presentar una imagen positiva de la OTAN a la opinión pública (6).

Esta afluencia de fuerzas estadounidenses, europeas y atlánticas empujó a Rusia (septiembre de 2008), India (octubre de 2008), China (octubre de 2009) y Japón (enero de 2009), a enviar sus propios barcos de guerra a la región. Esta concentración implica graves riesgos. También se estableció un Grupo de Contacto sobre la piratería de las costas de Somalia (CGPCS) en Nueva York bajo los auspicios de las Naciones Unidas. Su objetivo es aclarar las normas legales de la lucha contra la piratería. Además, por iniciativa del Pentágono, se han organizado en Bahrein unas reuniones denominadas de «Toma de conciencia compartida y prevención de los conflictos» (SHADE), entre los oficiales de enlace de las diversas armadas implicadas con el fin de evitar que el desconocimiento de las intenciones de cada una de lugar a choques.

De paso, el lector notará que la presencia de la armada china, tan lejos de sus puertos de amarre, es una novedad. Fue alentada por Washington que creía, al principio de la crisis financiera mundial, que podría crear un G2 y repartirse el mundo con Pekín. Sin embargo la presencia china, a la larga, podría jugar un papel en la rivalidad china-estadounidense en África (7).

De todas formas, y a pesar de un intento chino durante el secuestro del De Xin Hai (octubre de 2009), Pekín y Moscú no desean integrar sus flotas en una eventual fuerza multinacional de lucha contra la piratería. El hecho es que, históricamente, el Reino Unido y Estados Unidos persiguen un proyecto de imperio marítimo universal, del cual establecieron las bases firmando la «Carta del Atlántico» (1941). Más recientemente el Pentágono, con su Iniciativa de seguridad contra la proliferación (PSI, 2003) y después con su Asociación marítima global (GMP, 2006), ha propuesto asociar a todos los Estados que lo deseen a un vasto plan de seguridad de las rutas marítimas en el que EE.UU. sería, por supuesto, el jefe.

Visto el dispositivo actual, los barcos de los países pequeños tienen pocas posibilidades de que los protejan las grandes armadas. Los propietarios más sensatos han instalado a bordo de sus barcos el sistema de detección óptica Sea on Line, mucho más eficaz que los radares. Las cámaras de infrarrojos vigilan los alrededores del barco 4 ó 5 kilómetros a la redonda y alertan a la tripulación en caso de que se aproxime cualquier embarcación, incluso las más pequeñas (8).

Otros recurren a guardias privados que colocan en sus barcos para que los defiendan. Esta práctica preocupa a los grandes sindicatos de armadores porque fomenta una escalada de violencia con los piratas.

Otros contratan ejércitos privados, Así la sociedad Blackwater, ahora denominada Xe, en 2007 adquirió el MV McArthur, la antigua nave de los guardacostas estadounidenses. Está equipada con dos helicópteros Boeing MH6 Litte Bird, tres embarcaciones anexas ultrarrápidas y una tripulación de 35 mercenarios. Escolta, a la demanda, a los navíos civiles «vulnerables».

Por su parte, la sociedad francesa Socopex ha adquirido 11 barcos de escolta de 24, 36 y 50 metros de largo. Cada uno lleva un comando de nueve personas: dos francotiradores y siete hombres armados con ametralladoras automáticas (9).

Crímenes sin castigos

Por otra parte, aunque el gobierno fantoche de Somalia ha «solicitado ayuda a la comunidad internacional» y aunque el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha adoptado cuatro resoluciones (1816, 1831, 1846 y 1851) para legitimar la opción militar contra los piratas y autorizar a los  soldados extranjeros a perseguirlos en aguas territoriales, y hasta el territorio somalí, las normas jurídicas continúan confusas.

¿Qué hacer con los piratas después de arrestarlos? Si nos remitimos a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (llamada Convención de Montego Bay) que entró en vigor en 1994, abordar a los piratas es una actuación policial, incluso si se realiza con medios militares. La detención debe tener lugar en presencia de oficiales de la policía judicial y a los acusados hay que llevarlos ante el tribunal competente para que sean juzgados justamente.

Pero nadie sabe cuál es el tribunal competente. La mayoría de las legislaciones nacionales prohíben juzgar a extranjeros si éstos no han cometido la infracción en el territorio nacional. En la práctica, por lo tanto, a menudo es necesario liberarlos o transferirlos a un Estado con el que se haya firmado un acuerdo ad hoc. Así, a menudo los occidentales dirigen a los piratas apresados hacia Kenia, que condena a los ejecutores y se abstiene de buscar a los patrocinadores.

Por eso el Kremlin ha propuesto la creación de una jurisdicción internacional para los crímenes cometidos en alta mar. Esta vez son los anglosajones quienes no quieren, siempre en razón de su proyecto imperial marítimo.

Los corsarios del presidente de Estados Unidos

En 1826 Simón Bolívar intentó pacificar las relaciones entre las naciones latinoamericanas prohibiendo la «guerra de corso», es decir, la opción de los estados de recurrir a los armadores privados para defender sus intereses en el mar, o incluso para dirigir las guerras. El Libertador no tuvo éxito.

Hubo que esperar a que los occidentales y los otomanos vencieran a las tropas del Zar Nicolas I en Crimea, para que la Declaración de París (1856) fijase el derecho del mar. Se abolieron las «patentes de corso», es decir, que los Estados renunciarían autorizar a los grupos armados privados; un sistema que los protectorados otomanos del norte de África habían utilizado largamente y frente al que los presidentes Thomas Jefferson y James Madison condujeron victoriosamente las dos guerras contra los berberiscos (1801-1805 y 1815).

Sin embargo Estados Unidos, España y México se negaron a firmar esa declaración, porque la doctrina capitalista liberal establece que la guerra, también, se puede privatizar. Máxime porque en aquella época los jóvenes Estados Unidos todavía no se veían capaces de mantener una flota militar capaz de rivalizar con las grandes potencias.

Recuperando esa vieja práctica, el representante Ron Paul intentó tres veces que el Congreso adoptase la September-11 Marque and Reprisal Act of 2001, que en realidad no era necesaria teniendo en cuenta que el Congreso ya había votado la guerra contra el terrorismo; y apoyándose en el artículo 1, sección 8 de la Constitución estadounidense, el departamento de Estado autorizó patentes de corso a las empresas militares privadas para cazar a los «terroristas» en el océano Índico. Y como ya se sabe, visto desde Washington, cualquier pirata es un terrorista en potencia (10).

Según una publicación del Ministerio francés de Defensa, la primera de esas patentes de corso se concedió en 2007 a la empresa Pistris Inc. A la cual «se habilitó para armar dos barcos de 65 metros de largo conectados con los satélites militares de observación. Cada uno de ellos está equipado con un helicóptero armado, embarcaciones anexas ultrarrápidas capaces de alcanzar la velocidad de 50 nudos y embarcan una tripulación de 50 hombres, entre ellos los jefes. La empresa Pistris posee su propio campo de entrenamiento militar, en especial para las operaciones de los comandos, en Massachusetts (11)». Las barcazas se han instalado en un lago artificial donde se simulan los combates mientras una máquina enorme agita el agua para recrear las condiciones del oleaje marino.

Los piratas de la costa

Antes de describir las organizaciones piratas conviene aclarar una confusión. Cuando se hundió el Estado somalí, los pescadores franceses, españoles y japoneses aprovecharon para saquear los bancos de atún y camarones en las aguas territoriales de Somalia. A veces compraron presuntas «autorizaciones» a los señores de la guerra y después al denominado gobierno provisional.

Conscientes de que el despliegue indiscriminado de las almadrabas agotaría el mar, los pescadores somalíes abordaron los barcos intrusos y los desvalijaron a título de compensación. En el contexto del caos político del país, y en ausencia de guardacostas nacionales, esos hechos ponen de manifiesto una forma de defensa propia. En derecho esos hechos no se consideran actos de piratería, puesto que se desarrollaban en las aguas territoriales somalíes.

Lo que nos interesa aquí es la actividad criminal que se lleva a cabo en alta mar. Ésta se refiere a los barcos adaptados para aventurarse lejos de las costas. Así, inicialmente los piratas abordan un gran barco que cruza cerca, después lo utilizan para llegar a alta mar y entonces atacar a una presa enorme. En la actualidad tienen su propia flotilla.

La elección del objetivo depende sobre todo de la altura del barco sobre el agua, de su velocidad y de su tamaño. Cuanto más bajo, lento y grande, es más vulnerable. Los porta-contenedores son indefendibles, sobre todo porque desde el castillo la tripulación no puede ver todos los accesos. Lo mismo los atuneros, porque tienen una rampa de acceso trasera que no puede abrirse mientras la almadraba está desplegada.

«Una vez que se captura un barco el patrocinador indica al jefe de los piratas dónde debe fondear; entonces el traductor sube a bordo para dirigir la negociación. La duración media de retención es de unos sesenta días. El ambiente a bordo es más o menos tenso, pero nunca hubo muertos salvo, quizás, una vez.

Los piratas saben muy bien que si empezasen a eliminar a los rehenes la situación cambiaría de aspecto y correrían el riesgo de poner en su contra a la población y a las autoridades religiosas.

Así, sabemos que los piratas aplican una especie de código de honor: los papeles están claramente repartidos y el jefe de los piratas anota todos los gastos comprometidos. Es corriente la práctica del crédito y se respetan las deudas. Con el pago del rescate todos ajustan sus cuentas. Incluso existe un sistema de multas para obligar a que se respete la organización de la vida social a bordo de los barcos.

Los piratas establecen campamentos temporales próximos a las zonas de fondeo de los barcos piratas. No se instalan forzosamente en los pueblos, lo que hace pensar que no siempre son aceptados por la población, sobre todo si el contexto de los clanes no es favorable. Después del ataque, una de las dificultades es mantener y alimentar a los rehenes. De ahí la creación de una pequeña economía alimentada por el montante creciente de los rescates. La piratería crea empleos: los pobladores de las costas llaman a sus parientes y amigos del centro del país para que los ayuden en las actividades relacionadas con el ataque y después con la custodia (de los barcos y los rehenes).

Generalmente el rescate se paga en efectivo, se cuenta a bordo y después se reparte entre todos los que tienen derecho y todos los participantes en la operación. El reparto del rescate se hace un poco como con la pesca: el 50% para la ‘mano de obra’, es decir, los hombres que han llevado a cabo la acción (que pueden llegar hasta 80 personas), el 30% para el patrocinador, el 15% para el intérprete, los comerciantes y más globalmente los intermediarios, y el 5% se reserva para las familias de los piratas muertos» (12).

El Pount, nueva isla de la Tortuga

En el siglo XVII el Caribe fueron el escenario de un conflicto entre los imperios cristianos que favoreció a los piratas. Éstos se organizaron en una sociedad secreta al mismo tiempo violenta e igualitaria, los «Hermanos de las costas», y se apoderaron de territorios, sus «13 paraísos». Su capital era la isla de la Tortuga, donde prosperaron bajo la discreta protección del rey de Francia. Tenían la misma estructura que existe actualmente en Somalia. El grupo de expertos de la ONU menciona nueve organizaciones criminales en competición, entre ellas tres principales (13).

La más famosa está dirigida por Abshir Abdillahi, apodado «Boyah», un pariente del presidente de Pount, Abdirahman Mohamed, apodado «Faroole». De 44 años, es originario del puerto de Eyl, donde estableció su base principal. Reivindica una milicia de más de 500 hombres y entre 25 y 60 capturas de navíos en alta mar. Entre sus presas cuenta el buque cisterna japonés Golden Nori (28 de octubre de 2007, rescate 1,5 millones de dólares) y el yate de lujo francés Le Ponant (4 de abril de 2008, rescate 2 millones de dólares). Los rescates obtenidos representan sumas astronómicas con respecto a la renta media anual de los somalíes –entre los más pobres del mundo-, 282 dólares anuales.

El Estado autónomo de Pount es la versión moderna de la isla de la Tortuga. El Gobierno de Bossaso (la capital de Pount) presume de mantener buenas relaciones con Alemania, Yibuti, Emiratos, España, Estados Unidos, Etiopía, Kenia y el Banco Mundial (14). Presenta un presupuesto anual de 30 millones de dólares, muy pequeño con respecto a los ingresos de las organizaciones piratas. No es de extrañar que «Boyah» goce de la protección del Gobierno de Pount, especialmente del presidente «Faroole», del Ministro del Interior, el general Abdullahi Ahmed Jama, apodado «Ilkajiir», y del Ministro del Interior, el general Abdillah Sa’iid Samatar. Según sus declaraciones a Garowe Online (agosto de 2008) éstos reciben el 30% de los rescates reservado a los patrocinadores.

En mayo de 2009 «Boyah» anunció su retirada de los negocios con 180 de sus hombres. Al parecer le ha sucedido uno de sus parientes, Mohamed Abdi Garaad. Su milicia comprende en la actualidad 800 hombres divididos en 13 grupos. Es responsable, en particular, de la captura del mercante japonés Stella Maris (20 de julio de 2008, rescate 2 millones de dólares) y de los mercantes: el malasio Bunga Melati Dua (18 de agosto de 2008, rescate 2 millones de dólares), el alemán BBC Trinidad (21 de agosto de 2008, rescate 1 millón de dólares) y el iraní Iran Deyanat (21 de agosto de 2008). También cometió una torpeza al atacar el porta-contenedores estadounidense Marks Alabama (8 de abril de 2009), provocando la fuerte intervención de la VI Flota de Estados Unidos.

Otra banda está instalada en la disputada provincia de Sanaag. Ésta está comandada por Fu’aad Warsame Seed, apodado «Hanaano» Es una pequeña milicia de unos sesenta hombres que disponen de un importante equipamiento militar. En particular, la banda ha capturado el yate alemán Rockall (23 de junio de 2008, rescate 1 millón de dólares), el buque cisterna turco Karagol (12 de noviembre de 2008), dos pesqueros egipcios: Mumtaz 1 y Samara Ahmed (10 de abril de 2009) y el remolcador italiano Bucaneer (11 de abril de 2009).

«Hanaano» goza de la protección del Ministro del Interior «Ikaljiir», a quien financia las actividades políticas. Por desgracia fue detenido por los yemeníes mientras intentaba una nueva operación en sus aguas territoriales el 15 de octubre de 2009. El Gobierno de Pount está negociando su liberación.

Los paraísos de Xaradheere y Hobyo

En el centro de Somalia aparece otra organización creada por Mohamed Hassan Abdi, apodado «Afweyne», y que hoy estaría dirigida por su hijo Abdigaadir. Tiene sus bases en los puertos de Xaradheere y de Hobyo, y para revestirse de legitimidad se autoproclama «Guardacostas de la región centro».

Su conocido cómputo es impresionante: el Semlow (26 de junio de 2005), el chino Feisty Gas (10 de abril de 2005, rescate 315.000 dólares), el Rosen (25 de febrero de 2007), el carguero danés Danica Wite (2 de junio de 2007, rescate 1,5 millones de dólares), el atunero español Playa de Baskio (20 de abril de 2008, rescate 770.000 euros), el buque cisterna malasio Bunga Melati (18 de agosto de 2008, rescate 2 millones de dólares), el carguero griego Centauri (17 de septiembre de 2008), el también griego Capitain Stefanos (21 de septiembre de 2008), el carguero ucraniano Faina (25 de septiembre de 2008, rescate 3 millones de dólares), el buque cisterna filipino Stolt Strength (10 de noviembre de 2008), el atunero chino Tian Yo no 8 (15 de noviembre de 2008), el superpetrolero saudí Sirius Star (15 de noviembre de 2008, rescate ¡15 millones de dólares!), el paquebote indio Ocean Explorer (2 de abril de 2009), el porta-contenedores alemán Hansa Stavanger (4 de abril de 2009, rescate 2 millones de dólares), el dragador belga Pompei (8 de abril de 2009, rescate 2,8 millones de euros), el mercante griego Ariana (2 de mayo de 2009, rescate 3 millones de dólares), el pesquero español Alakrana (2 de octubre de 2009, rescate 2,3 millones de euros), el porta-contenedores de Singapur Kota Wajar (15 de octubre de 2009, rescate 4 millones de dólares), el mercante chino Xin Hay (19 de octubre de 2009, rescate 4 millones de dólares), y últimamente el tanque ruso Moscow University (5 de abril de 2010, sin rescate).

¿Piratas o filibusteros?

Si regresamos al precedente histórico de los Hermanos de la Costa en el Caribe del siglo XVII, los piratas pudieron establecerse en sus «13 paraísos» porque rendían discretos servicios a los Estados. En realidad eran filibusteros, es decir, que ocasionalmente las autoridades políticas les encargaban misiones inconfesables. Obviamente no puede ser muy diferente en la actualidad.

El Estado Mayor ruso ha dirigido una operación multinacional para limpiar el Pount y los puertos de Xaradheere y Hobyo. Los anglosajones se han resistido vivamente a esa brutal propuesta. Y por una buena razón: los dirigentes políticos de esos territorios son aliados de la CIA, del MI6 y del Mossad contra los islamistas de Al-Shabaab. Para darle un colorido africano, el apoyo masivo de los anglosajones pasa por Addis Abeba (Etiopía) donde el departamento de Estado está construyendo su mayor embajada del mundo después de la de Bagdad (Iraq).

Según el semanario británico The Spectator, los jefes piratas de Pount han sido recibidos amistosamente a bordo de barcos de guerra estadounidenses para tomar café (15).

Para «tratar» a los de Xaradheere y Hobyo, que no tienen acceso a los servicios de un casi-Estado como Pount, los anglosajones eligieron una cobertura muy colorida.

Los diplomáticos  que escuchaban el interminable discurso de Muammar Gadafi en la Asamblea General de la ONU (23 de septiembre de 2009) tendían a bostezar e irse al bar a conversar mientras esperaban a que acabase. Se equivocaron. Durante su arenga contra el funcionamiento de la ONU, el jefe del Estado libio multiplicó las digresiones. Una de ellas consistió en defender a los piratas somalíes asimilando las organizaciones criminales actuales con los pescadores arruinados –lo cual es falso, como hemos visto- (16). El coronel Gadafi recordó la solemne acogida que dispensó a «Afweyne» y sus lugartenientes en Trípoli, del 1 al 4 de septiembre de 2009.

Libia intenta jugar un papel en África, pero en realidad sólo puede pretenderlo desde que se reconcilió públicamente con Estados Unidos (que llevó al poder al coronel Gadafi). Por otra parte África se ha convertido en un campo cerrado donde Estados Unidos compite con China, los primeros subcontratan sus acciones secretas a Israel, los segundos recurren a los servicios iraníes.

Según el inamovible presidente yemení, Ali Abdullah Saleh, los jefes piratas de Pount arrestados en sus aguas territoriales recibían las órdenes por teléfono satélite del gabinete del ex Primer Ministro israelí Ehud Olmert, acusaciones ampliamente repetidas por la prensa árabe pero ignoradas por la «comunidad internacional».

Como buenos filibusteros, los piratas somalíes saben rendir servicios cuando es necesario y roban por su cuenta el resto del tiempo. Por lo tanto no es de extrañar que sigan saqueando como si tal cosa en medio de múltiples marinas de guerra. Incluso podemos preguntarnos si las informaciones desgranadas en las reuniones de «Toma de conciencia compartida y de prevención de los conflictos» (SHADE), organizadas en Bahrein por el Pentágono, no se transmitirán a los piratas para evitarles encuentros fatales.

Notas:

(1) The political development of Somaliland and its conflict with Puntland, Beruk Mesfin, Institute for Security Studies (Sudáfrica, septiembre 2009).

(2) Sitio Internet oficial de Ahlu Sunna wal Jama'a: Shaaficiyah.com (en inglés) y Ahlusunna.org.

(3) Sitio Internet oficial de Al-Shabaab: alqimmah.net

(4) Sobre el movimiento geográfico de los ataques, véase Piracy: The Motivation and Tactics, de Nicole Stracke y Marie Bos, (Gulf Research Center, 2009).

(5) Combating Somali Piracy: the EU's Naval Operation Atalanta, (Cámara de los Lores del Reino Unido, ref. HL 103, 14 de abril de 2010).

(6) Piracy: threat or nuisance?, Alessandro Scheffler, (OTAN Defense College, Rome. Ref. Research Paper 56, febrero de 2010).

(7) China's Participation in Anti-Piracy Operations off the Horn of Africa: Drivers and Implications, editado por Alison A. Kaufman, (Center for Naval Analysis, USA. Ref. MISC D0020834.A1/, julio 2009). China and Maritime Cooperation: Piracy in the Gulf of Aden de Gaye Christoffersen, (Institut für Strategie- Politik- Sicherheits- und Wirtschaftsberatung, 2010).

(8) Sitio Internet de Sea Vision.

(9) «La piraterie profite aux sociétés privées de sécurité», Marie-France Joubert, France 24, 26 de noviembre 2008.

(10) Por ejemplo: The Maritime Dimension of International Security. Terrorism, Piracy, and Challemges for the United States, Peter Chalk, (Rand Corporation, 2008).

(11) «Le retour de la guerre de course», Jean-Paul Pancracio, Bulletin d'études de la marine número 43, diciembre 2008, (Centre d'enseignement supérieur de la Marine, Ministère de la Défense, Paris). El autor cita «Washington lâche des corsaires dans l'océan Indien», Philippe Chapleau, Ouest France 3-4 de noviembre 2007.

(12) La Piraterie maritime, boletín informativo de la Comisión de Defensa Nacional y de las fuerzas Armadas. Asamblea Nacional, Francia (ref. 1670, 13 de mayo 2009). Informador: Christian Ménard.

(13) Troisième rapport du Groupe de contrôle sur la Somalie établi en application de la résolution 1853 (2008) du Conseil de sécurité (ref. S/2010/91), 10 de marzo 2010.

(14) Sitio Internet oficial del Estado autónomo de Pount.

(15) Investigación de Aidan Hartley, The Spectator, 6 de diciembre 2008.

(16) Discurso del líder libio Muammar Al-Gadafi en la sexagésima cuarta Asamblea General de las Naciones Unidas, 23 de septiembre 2009.

Thierry Meysan, analista político francés, es el fundador y presidente de la Réseau Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Todas las semanas publica crónicas de política exterior en la prensa árabe y rusa. Su último libro publicado es La gran impostura II (Monte Ávila editores, 2008)

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