A Solamente un Año en la aldea del sida - TicoVisión
Escrito en 09/07/10 a 06:04:37 GMT-06:00 Por Administrador
Opinión-Análisis

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En junio de 2009, 42 familias camboyanas afectadas por el sida fueron confinadas al ostracismo en un pequeño poblado.

Estos son sus 12 meses en Tuol Sambo



9 de Julio de 2010
TicoVisión
Por Laura Villadiego
(Tuol Sambo, Camboya)

Redacción.- 
“Cuando nos trajeron a Tuol Sambo, me sentí sola. Jamás pensé que podría sobrevivir aquí”. Sok Mai llegó  hace un año a Tuol Sambo, después de que su familia fuera expropiada y enviada a 25 kilómetros de su antigua casa. Con ella venían otras 41 familias. En todas ellas, había al menos una persona con VIH, incluidos ocho niños. Tuol Sambo se convirtió entonces en la “aldea del sida”.

“Al principio las condiciones de vida no eran buenas”, asegura Rattana Kim, director adjunto de Caritas Camboya, la organización que ha llevado a cabo el principal proyecto de desarrollo de la zona. Tras la expropiación, se asignó a cada familia un pequeño habitáculo de apenas 17 metros cuadrados, donde vivían una media de cuatro personas, aunque había familias de hasta 7 miembros. Las paredes eran de metal, lo que hacía que las casas se convirtieran en hornos. “Las personas no podían quedarse dentro de las casas durante el día por el calor que hacía y durante la noche tenían problemas para dormir, porque además había demasiado ruido. Todo esto ocasionó conflictos”, continúa Kim. Durante los primeros meses, no había agua potable ni electricidad, la comida escaseaba y el hospital más cercano estaba a dos kilómetros, lo que dificultaba los tratamientos sanitarios. “Muchos estaban deprimidos y dejaron de tomar correctamente sus anti-retrovirales”, asegura Kim. Los medicamentos se estropeaban además en el infierno creado dentro de las placas de zinc. La salud de muchos se deterioraba rápidamente.

Caritas decidió entonces incluir a esta comunidad en el plan de desarrollo de Tuol Sambo donde ya residían 39 familias que habían sido desplazadas anteriormente. “No era justo que vieran cómo construíamos casas de ladrillo para las familias que llegaron primero, mientras que ellos seguían en sus habitáculos de metal a escasos 20 metros”, asegura Kim. En noviembre comenzaron a construir casas también para las familias afectadas por el sida, que ocuparán a partir de julio, y a integrarlas en la comunidad. “Ahora empiezo a tener un poco de esperanza. Veo las casas casi terminadas y las organizaciones nos ayudan mucho. Nos han dicho que nos van a formar para que podamos coser y ganar algo más de dinero para nuestras familias”, asegura Tak Dina con una sonrisa. “Mientras haya trabajo, todo irá bien”.

Un largo camino de discriminación

El ostracismo y la discriminación hacia estas familias se remonta varios años antes de su traslado a Tuol Sambo. Todo comenzó cuando el gobierno concedió la gestión de Borei Keila, la comunidad en la que vivían en el centro de Phnom Penh, a una empresa privada para la construcción de edificios. En 2004 se inició el desahucio de las aproximadamente 1.800 familias que vivían en la zona, expropiación que se ha prolongado durante los últimos seis años. En marzo de 2007, cuando todavía residían en Borei Keila, las 42 familias fueron separadas del resto y alojadas en habitáculos construidos con paredes de zinc. Se les excluyó de las actividades comunales y se les negó el derecho a un apartamento en compensación a la expropiación, derecho que sí que tenían el resto de las familias de Borei Keila que fueran propietarias o arrendatarias desde al menos el año 2000.

En marzo de 2009, los habitantes enviaron una carta dirigida al primer ministro de Camboya y a su mujer relatando las malas condiciones en las que vivían. “Las casas están construidas con tejados y paredes de zinc. El tamaño de cada casa es de tan solo 3.50 x 4.80 metros, los techos son bajos y dentro hace mucho calor. No podemos vivir en casas tan pequeñas”, rogaban con súplicas que cayeron en saco roto. Cuando fueron trasladados a Tuol Sambo, entre junio y julio de 2009, fueron puestos en los mismos habitáculos. “Estas familias han estado sometidas a pésimas condiciones de vida durante los últimos tres años y sólo ahora comienzan a vivir un poco mejor”,  asegura Manfred Hornung, consultor legal de la ONG camboyana LICADHO. “Ha sido un proceso ilegal y discriminatorio”.

Una nueva vida

Kaeo Nimol llega apresurada con una bolsa llena con pequeños trozos de muñecos que ha tejido ella misma durante los últimos días. Hay mucho alboroto. Es día de recuento y de paga. “Las cosas empezaron a ir mejor en septiembre, cuando empezamos a tejer los muñecos”, asegura Nimol.  Cambodia Knits, una empresa social centrada en los productos textiles de punto, fue una de las primeras en contratar a personas de Tuol Sambo para su proceso de producción. “Algunos pueden llegar a ganar hasta 100 dólares mensuales, aunque hay personas que tienen otras actividades y sólo lo hacen para obtener algunos ingresos extra”, asegura Monika Nowaczyk, fundadora de la empresa. “Ahora sólo hacen parte del proceso aquí, pero pronto los formaremos para que el producto completo pueda ser elaborado en Tuol Sambo y entonces ganarán más dinero”. Cien dólares es, sin embargo, el doble de lo que gana un trabajador en una fábrica de textil cosiendo ropa para grandes marcas occidentales.

Caritas también ha puesto en marcha proyectos para crear productos de limpieza. El objetivo es ofrecer las herramientas necesarias para que los habitantes puedan tener ingresos regulares en el futuro cuando la ayuda humanitaria se acabe. Están preparando además la tierra para poder plantarla y van a instalar un sistema de purificación de agua, para que puedan comercializarla.

Otra de las prioridades es evitar la discriminación hacia las personas con sida, integrándolas con otras familias del entorno. “Ha sido una gran discriminación poner a esas personas en esa situación de forma deliberada. Es una población fácilmente identificable como enfermos de sida. Por eso se está trabajando en crear una comunidad mixta, con la gente de Borei Keila y con personas que ya vivían en Tuol Sambo”, asegura Manfred Hornung de LICADHO. Caritas lidera ese proyecto en el que se pretende crear una aldea más amplia de hasta 300 familias, que se organicen como una verdadera población independiente.  “La idea es que todos se sientan parte de la misma comunidad”, asegura Kim Rattana. “Queremos una sola comunidad, no varias comunidades diferentes y aisladas”.

El falso modelo de éxito

Tuol Sambo podría ser ahora mismo la envidia de muchos camboyanos que viven en condiciones mucho peores a las del nuevo poblado, a pesar de no haber sido desahuciados. Hay una escuela, un pequeño parque de juego para los niños y las calles están asfaltadas. El trabajo comienza a aflorar y la salud de los habitantes ha mejorado de forma notable durante los últimos meses. Tienen agua corriente y electricidad. “Ahora prefiero estar aquí que en Borei Keila. Antes alquilábamos una casa y ahora nos pertenece y en Borei Keila sólo mi marido trabajaba. Aquí trabajamos los dos”, asegura Sok Srei Mao.

Pero esa sólo es la cara más visible de Tuol Sambo. Por detrás están las luchas continuas de las organizaciones y de los habitantes para que el gobierno camboyano proveyera de viviendas dignas a los habitantes del poblado. “El gobierno no tiene una política concreta para los desahucios y cuando desaloja, no da a cambio casas con los estándares mínimos requeridos”, asegura Kim Rattana.

Tuol Sambo es, sin embargo, un modelo de lo que la sociedad civil puede conseguir con acciones conjuntas de ONGs, ciudadanos y medios, incluso en un país en desarrollo. “El gobierno tiene mucho interés en poner a Tuol Sambo como ejemplo de proyecto de desahucio exitoso. Pero ha sido la acción y la presión de la sociedad civil y de los medios los que han hecho que Tuol Sambo sea un éxito”, asegura Manfred Hornung.

Sólo el año pasado, otras 20.000 personas, en su gran mayoría pobres, fueron expropiadas tan sólo en la capital de Camboya, Phnom Penh. La mayor parte han recibido a cambio un pedazo de tierra a varias decenas de kilómetros de sus antiguos trabajos. Sin casa, agua, ni electricidad. “ En Tuol Sambo las cosas han ido bien. Pero no podemos aceptar esto”, continúa Hornung. “Simplemente no deben producirse más desahucios sin garantías”.


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