El castigo aleccionador: Argentina - TicoVisión
Escrito en 20/01/13 a 07:49:20 GMT-06:00 Por Administrador
Opinión-Análisis
Había defendido el “derecho a pensar diferente” sin ser atacado, insultado ni acusado de cosas horribles. Y fue precisamente por eso que lo atacaron, lo insultaron y lo acusaron de cosas horribles.

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20 de enero de 2013 | TicoVisión | Redacción - La Voz del Interior | Análisis /Argentina | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento



El castigo aleccionador



Por Claudio Fantini

Había defendido el “derecho a pensar diferente” sin ser atacado, insultado ni acusado de cosas horribles. Y fue precisamente por eso que lo atacaron, lo insultaron y lo acusaron de cosas horribles.

20 de enero de 2013.-   Cristina dio la primera patada en el linchamiento. El inmenso prestigio de Ricardo Darín ameritaba que fuese la propia Presidenta quien iniciara el castigo aleccionador. Fue un golpe certero, señalando el flanco débil donde, a continuación, descargó una lluvia de golpes arteros el aparato de propaganda kirchnerista.

A las siguientes dos semanas, Darín las pasó explicando lo que ya explicó mil veces sobre la compra de un auto, por la que padeció un vía crucis judicial de 10 años hasta que la Justicia le pidió perdón. Eran los días en que debía hablar exclusivamente de su nueva película, pero los pasó respondiendo las mismas preguntas que tantas veces le hicieron en el peor momento de aquel viejo escándalo.

El mensaje es claro y contundente: esto le pasa a los que osan cuestionar al kirchnerismo. En palabras de Juan José Campanella, el linchamiento de Darín es un aviso de que “si criticás, te masacraremos para que nadie más se anime”.

Ningún dirigente opositor y ningún análisis periodístico fue tan certero en señalar la cuestión de fondo. En muy pocas palabras, apenas las que permite un mensaje en

Twitter, el cineasta describió la forma de censura que desde hace años rige en Argentina; un país donde opinar se puede, pero si es en contra del Gobierno, se paga con el honor y la imagen pública.

Al revés del resto del país, Campanella no dejó que la prestidigitación mediática del oficialismo y la pavorosa limitación de discernimiento opositor desviaran su mirada de lo más significativo y revelador del caso. La cuestión no es si la Presidenta debe o no responder una crítica o una acusación. De hecho, ella no respondió; lo que hizo fue dar el primer golpe del linchamiento, gatillar el primer disparo en la ejecución pública.

El director de El secreto de sus ojos se atrevió incluso a señalar que “no es todo el modelo, pero el insulto y el ataque sistemático al que opina diferente es una parte importante de él”.

En rigor, una parte sustancial del modelo político, junto con el culto personalista, el verticalismo militar y la creencia en la infalibilidad de la sabiduría de Cristina.

Luego, como confirmación de que lo denunciado por Campanella es cierto, un escuadrón de tuiteros (de los cuales muchos cobran), lo hizo blanco de un aluvión de insultos y ataques sistemáticos. A eso precisamente se había referido Darín en la parte más sustancial de las declaraciones por las que fue “masacrado para que nadie más se anime”.

Censura. La escena es absurda pero reveladora. Como si el victimario le dijera a su víctima “te mato porque me acusaste de ser un asesino” o “te robo para que no andes diciendo que soy un ladrón”.

El kirchnerismo censuró a Darín porque el actor, en definitiva, había descripto la modalidad de censura kirchnerista.

Lo del crecimiento patrimonial de los Kirchner no fue central en la lúcida descripción que hizo sobre el lado oscuro del modelo político vigente. Fue apenas una mención, a modo de ejemplo, de un debate que no existe precisamente porque, en la Argentina de estos años, el debate fue reemplazado por el ataque destructivo a quien piensa diferente.

En la edición del sábado 5 de enero pasado, esta columna se refirió a la profunda y grave preocupación que había manifestado el actor. Lo del patrimonio de los Kirchner fue apenas mencionado en un párrafo interno. Ni siquiera encabezó aquella nota publicada hace dos semanas. La encabezó la frase “te dicen lo que tenés que pensar... y si no estás de acuerdo, sos un hijo de puta”.

De eso habló Ricardo Darín y no del tema que luego se quedó discutiendo el país. “El hijo de la novia” había denunciado nada menos que “la demonización y la cacería de brujas”. Fue claro y duro en su repudio a quienes atacan ferozmente a la Presidenta, pero también le cuestionó al kirchnerismo señalar como enemigo a “todo lo que no está alineado con su pensamiento... no para vencerlo, sino para eliminarlo”.

Había defendido el “derecho a pensar diferente” sin ser atacado, insultado ni acusado de cosas horribles. Y fue precisamente por eso que lo atacaron, lo insultaron y lo acusaron de cosas horribles.

Su linchamiento fue la prueba irrefutable de que su descripción era acertada. Darín fue víctima de la modalidad de censura que rige en el país. En esta columna la hemos denominado “censura por amedrentamiento”. Es de inspiración totalitaria y se aplica desde el aparato mediático oficialista, pero también incluye la persecución impositiva.

En la primera línea de fuego del aparato censurador están los comunicadores que cobran mucho más que sus colegas, precisamente porque realizan ataques personalizados contra quienes contradicen el relato.

Se trata de un sistema. Basta asomarse a las planillas de sueldos y honorarios del aparato comunicacional, o al mapa de ascensos y promociones en entidades públicas (aunque también hay privadas). La cantidad de cargos obtenidos tras la concreción de un ataque personalizado habla por sí misma.

En la Argentina de este tiempo, afirmar que “la censura no existe” suena igual que aquella irónica y breve canción que popularizó Juan Carlos Baglietto.

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