''Hay que moverse del lugar de la víctima'': Juan Gelman - TicoVisión
Escrito en 07/02/13 a 21:28:17 GMT-06:00 Por Administrador
Juan Gelman
El poeta celebra los veinte años que vivió su hijo, asesinado por la dictadura.

''Hay que moverse del lugar de la víctima'': Juan Gelman - TicoVisión


07 de febrero de 2013 | TicoVisión | Redacción - Megamedia | Opinión | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento



''Hay que moverse del lugar de la víctima''



Por Patricia Garma

Juan Gelman, en entrevista con Megamedia
7 de febrero de 2013.-   A más de treinta años de haber vivido en el exilio, Juan Gelman afirma que “convive mejor con el dolor”.

“Mi primer exilio fue en Roma, trabajé como director de la cadena latinoamericana Inter Press Service (IPS). Después de las pérdidas… las desapariciones… yo estaba lleno de odio, de dolor, de nostalgia, de frustración, y el idioma italiano me parecía muy lindo, me entraba líquido por el oído, no tenía nada que ver con lo que sentía”.

“Se me ocurrió escribir sonetos pornográficos en romanesco, bastante parecido al porteño pero no es lunfardo; se los recitaba a las muchachas, les causaba mucha gracia, así empecé a encontrarme con lo que verdaderamente sentía”.

Lo que terminó de abrir esa puerta para Gelman fue leer a Santa Teresa y a San Juan de la Cruz.

“Ahí sentí una identidad de sentimientos muy fuerte, de dejarse hablar por una presencia ausente del amado, en ellos era Dios, en mí era mi hijo muerto, la lejanía, la tragedia en mi país, a nadie le gusta que lo echen de su tierra”.

“Italia era un medio extraño, otra cultura, traté de aprovechar todo lo que pude, veía maravillas de más de dos mil años. Mis amigos exiliados llegaban a la ciudad con la ilusión del pronto regreso. Como digo por ahí en un poema, ‘no deshacían las valijas del alma’, y tampoco las otras, porque las tenían bien acomodaditas, no estudiaban, no aprendían italiano, tenían una ilusión equivocada de que pronto podrían volver, no fue mi caso”.”Recuerdo que iba mucho la galería del arte vaticana donde hay unas esculturas griegas espléndidas, recuerdo una capilla pequeña pequeña pintada por Fra Angélico, y cuando estaba ahí me sentía transportado, como cuando mi hermano me recitaba los poemas de Pushkin.

También visité la Capilla Sixtina, por supuesto, antes de que la restauraran, tenía todo un misterio depositado por los siglos, después el brillo y esplendor no me gustaban, la otra tenía más tiempo”. “Traté de participar en actividades culturales y busqué la solidaridad contra la dictadura, el ser periodista me permitió viajar por Europa, eso me recordaba mi barrio porque era de inmigrantes, y a los idiomas que se hablaban en casa se sumaban el árabe, el yugoslavo, el polaco, había una especie de sinfonía que se repetía en esos viajes y que tal vez tengan que ver con la música que la poesía debe tener”.

¿Cómo encontró su país cuando por fin pudo regresar?

Regresé en 1988, cuando el país ya tenía cinco años en un gobierno democrático. Como conocía mucho la ciudad pasé por una café donde vi por última vez al poeta argentino Francisco Hurón, que fue muerto por la dictadura, o por otro lugar donde decía ‘aquí estuvimos por últimas vez con Rodolfo Walsh’. En ese entonces imperaban las llamadas ‘leyes del perdón’ por las que era imposible juzgar a un miliar o investigarlo, pero para dar con mi nieta que habían secuestrado los militares que mataron a mi hijo y a mi nuera tuvimos que trabajar solos mi mujer y yo, no había ninguna ayuda del aparato judicial. Los asesinos estaban sueltos. Entonces uno pasaba por un café donde había un señor con el pelo cortado al estilo militar y uno se preguntaba ‘¿será ese uno de los asesinos de mi hijo?’ lo cual a uno lo llenaba de indignación, furia e impotencia.

Gelman fijó su residencia en México y encontró de nuevo el amor junto a Mara La Madrid. “Estaba separado de mi primera mujer desde veinte años atrás, no vivía con nadie y por una de esas casualidades extraordinarias de la vida la conocí. Fue un encuentro extraordinario, un golpe de suerte hace 24 años, ella es argentina y estaba exiliada políticamente en México, también amenazada por la dictadura, yo la seguí y me vine a vivir a México, donde estuve por primera vez en 1961, cuando todavía era ‘La región más transparente’, me maravilló”.

“En uno de sus poemas usted dice ‘Las pérdidas se cansan del cuerpo, no se engañan’, pero ¿se superan algún día?

“No, lo que pasa es que se convive mejor con ellas. Por momentos dejan de doler, por otros reaparecen con mucha fuerza. Cuando tuve que testimoniar en el proceso contra los asesinos de mi hijo y mi nuera volvió todo, pero tenía que dar mi testimonio. Y luego, tengo un nieto mexicano que se llama Iván, un tipo extraordinario, a veces me tomaba el pelo cuando era niño y entraba a la casa y me decía en ‘argentino’: ‘Che abuelo, ¿sabés por qué los argentinos se bañan con agua fría? Para no empañar el espejo’”.

“Yo creo que hay que moverse del lugar de la víctima; mi hijo vivió veinte años, era poeta también, y yo celebro esos veinte años de vida”.

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