¿Cuánto vale la Soberanía Nacional?: Canal Nicaragua - TicoVisión
Escrito en 26/06/13 a 06:41:13 GMT-06:00 Por Administrador
Jorge J. Cuadra V.
Las inconsistencias constitucionales del tratado Ortega-Chinito, es de tal magnitud que podría quedar para la historia como modelo de entreguismo total y completo.

¿Cuánto vale la Soberanía Nacional?: Canal Nicaragua - TicoVisión


26 de junio de 2013 | TicoVisión | Redacción - | Opinión | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento




¿Cuánto vale la Soberanía Nacional?



Por Jorge J. Cuadra V.

Managua, 26 de junio de 2013.-  El tratado de hace 99 años, el Chamorro-Bryan, costó tres millones de dólares en monedas de oro. Fue firmado para no hacer el canal y así evitar que otra nación lo construyera para explotarlo. Pero pensándolo bien, no creo que en esa época, ni en ninguna época se construirían dos canales interoceánicos en la pequeña Centro América. ¿Qué caso tendría sin la gran afluencia de tráfico marítimo?

El canal que no iba a nacer nunca, no era una amenaza para la ecología del país, primero porque en esos tiempos no existían las inquietudes y peligros que existen ahora y segundo porque la importancia que hoy tiene el Rio San Juan con respecto a la sobrevivencia del hombre, no la tenía en esa época porque había abundancia de agua en el planeta.

¿Despertó el debate nacional la firma del tratado Chamorro-Bryan que una obra como esa siempre debe existir? Que los historiadores de la talla de Jorge Eduardo Arellano o Arturo Cruz Sequiera me corrijan porque yo creo que no levantó ningún debate nacional. Los conservadores estaban en el poder y ceder soberanía siempre fue una de sus grandes fallas, quizás la mayor. Pero como nadie puede ser perfecto y menos los partidos políticos, los conservadores mantienen impecable la alternabilidad en el poder. A los conservadores los pueden acusar de entreguistas, pero jamás de continuistas. Durante la República Conservadora y la Restauración Conservadora,

siempre se respetó la duración de los períodos presidenciales y nunca se respiró el olor fétido de la reelección dictatorial.

Los conservadores fueron satanizados por ese tratado que por lo menos se hizo con el aval del gobierno del Presidente Woodrow Wilson.

Esos son hechos del siglo pasado, de la segunda década del siglo XX para ser precisos. El mundo era diferente y Nicaragua era otro mundo ordenado y serio. El honor prevalecía y la palabra empeñada se imponía inclusive por sobre los arreglos escritos.

A los 99 años de la firma del tratado entre los gobiernos de Adolfo Díaz Recinos y Woodrow Wilson, con el cual se entregó la soberanía del territorio en el que construyeran el canal, se firma ahora otro tratado canalero, esta vez entre el gobierno de Daniel Ortega Saavedra y un chino desconocido que no cuenta con el aval de ningún gobierno del mundo, pese a que se trata de una obra de tal magnitud que ni siquiera el hombre más rico del mundo, tasado en SETENTA MIL MILLONES DE DOLARES, Bill Gate,  se atreve a hacerlo.

Las inconsistencias constitucionales del tratado Ortega-Chinito, es de tal magnitud que podría quedar para la historia como modelo de entreguismo total y completo.

Ahora bien, aquí viene lo sorprendente. Existe un nutrido grupo de excelentes economistas y eficientes tecnócratas  egresados de las mejores universidades norteamericanas, o con estudios de post grado en ellas. Estos jóvenes empresarios del siglo XXI no paran mientes  en el daño judicial que se le está haciendo al país con este nuevo tratado canalero. Si con el tratado Chamorro-Bryan se hipotecó un pedazo de Nicaragua, con el tratado Coronel Kautz-Wang Jing, se entregó todo el país a un chino perfectamente desconocido.

Es cierto que no va a haber canal, me dijo un eminente economista, pero va a haber puerto de aguas profundas en el Caribe, ferrocarril de costa a costa, aeropuertos convenientemente situados, un oleoducto interoceánico y esas cosas las necesita Nicaragua para salir de pobre.

¿Y la Constitución de la República? le pregunté. El desarrollo del país bien la vale, me contestó.

Entonces surge la gran pregunta: ¿Patriotas respetuosos de la ley, o pragmáticos amantes del progreso?  

Ser o no ser, esa es la cuestión. Hamlet, de William Shakespeare.

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