4 de octubre de 2013.-  Lo que denuncia con queja desgarradora, no debe verse como una simple anécdota más de la comedia política nacional. El asunto es serio, y es aleccionador. El quehacer político ha venido siendo un fiel reflejo de la inmadurez y la falta de escrúpulos reinante entre los que nos prometen, y nos han venido prometiendo, por décadas, que si dejamos en sus manos el manejo de los asuntos públicos, actuarían con total transparencia y honestidad.

Esto que denuncia don Rodolfo, escandaloso como es, no es un fenómeno aislado. Él se ha atrevido a lanzar su queja a los cuatro vientos, y este gesto es de agradecerse. Hay otros, que han incursionado en ese mundillo, que prefieren callar, por temor, cálculo, o llana cobardía, que han sufrido humillaciones, presiones, chantajes, intentos de sobornos, patadas y mordiscos. Es esta la conducta, el pan nuestro de cada día, entre los que manejan los partidos del "bipartidismo". No es que el mal no sea contagioso, y deje de afectar a otros protagonistas del mundo polítiquero, incluso a algunos que se presentan, de palabra, como críticos y enemigos acérrimos de la politiquería tradicional.

Entre las tareas de urgente atención, para sacar a la carreta nacional del lodazal en que está metida, esta es la primera: erradicar de la política nacional esas prácticas, profundamente dañinas.