Cacerolazos en Argentina y manifestaciones en Brasil: similitudes y diferencias - TicoVisión
Escrito en 12/10/13 a 17:26:49 GMT-06:00 Por Administrador
Santiago Perez
Análisis de las movilizaciones callejeras en uno y otro país. El delicado futuro sociopolítico de Brasil y el camino de la Argentina hacia el pos kirchnerismo. El 2013 ha sido sin dudas un año de quiebre para los procesos...

Cacerolazos en Argentina y manifestaciones en Brasil: similitudes y diferencias - TicoVisión


12 de octubre de 2013 | TicoVisión | Redacción TV / diarioalfil.com.ar | Análisis | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento




Cacerolazos en Argentina y
manifestaciones  en  Brasil: similitudes y diferencias



Por el Lic. Santiago Pérez *

12 de octubre de 2013.-  Para analizar el caso argentino es necesario remontarse al segundo semestre de 2012. El 13S primero y el 8N después mostraron en las calles el principio del fin del apoyo de los sectores medios al Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Las manifestaciones continuaron con la llegada del corriente año, intensificándose en las movilizaciones del 18 de Abril y extendiéndose a otros sectores sociales, otrora votantes del Frente para la Victoria y hoy desencantados. ¿Por qué las protestas se detuvieron? Sin ánimo de simplificar, podría decirse que las elecciones primarias (PASO) funcionaron como un administrador del malestar social. Las urnas absorbieron el descontento ciudadano y el resultado mostró en números la pérdida de apoyo popular del gobierno. Uno de los principales reclamos que se vieron en los cacerolazos fue el rechazo al eventual proyecto de re-re-elección y a la superconcertación de poder en el ejecutivo nacional. El escenario político poselectoral derivó exactamente en lo que la ciudadanía exigía. El poder fue redistribuido, quedando limitado el margen de acción del gobierno y descartado cualquier intención re-re-eleccionista. El sistema democrático-republicano no es perfecto, tiene múltiples defectos, pero es sin dudas el mejor conocido. De repetirse en las legislativas los resultados de las PASO, el aparato institucional argentino habrá logrado captar los deseos ciudadanos y transformarlos en un equilibrio político capaz de limitar el accionar oficial. Justamente los que se reclamaba en las calles durante los masivos cacerolazos.

En Brasil los movimientos callejeros nacieron con marcadas similitudes a los argentinos. Fueron impulsados básicamente por sectores medios, organizados a través de las redes sociales y demandando cuestiones no económicas. En la Argentina y en Brasil las personas salieron a las calles solicitando a las autoridades más y mejor institucionalidad y repudiando la ya crónica corrupción que enferma al aparato del estado. Quizás el principal contraste en los detonadores de las protestas en uno y otro país haya sido la particular concentración en cuestiones vinculadas a salud y educación que se dio en Brasil. A diferencia de lo que sucede en Brasil, la Argentina fue históricamente un país con un sistema público educativo y de salud medianamente desarrollado, de los más avanzados en América Latina. El inmenso déficit que sufren los brasileños al requerir atención médica pública o al momento de enviar sus hijos a la escuela explica por sí solo el porqué del énfasis en estos reclamos.

Las manifestaciones se dispararon en las principales capitales brasileñas allá por el mes de junio y desde entonces no se han detenido. Por momentos su intensidad se vio disminuida, pero la tensión social nunca abandonó la escena. La sociedad brasileña no tuvo la suerte de encontrarse en un año electoral, de tener la posibilidad de llevar al sufragio su desaprobación, de poder canalizar su descontento por los mecanismos que prevé la constitución. Las elecciones no serán sino hasta 2014, lo que transforma a las calles en una caja de resonancia del hartazgo ciudadano.

Los acontecimientos de los últimos días son una palpable demostración de ello. Rio de Janeiro fue testigo del resurgimiento de las manifestaciones en su mayor intensidad. Una movilización inicialmente impulsada por maestros consiguió la adhesión otros sectores, transformando a la protesta en masiva. La jornada acabó con violentos enfrentamientos entre los manifestantes y la policía y con la destrucción de patrimonio público de todo tipo. Se vieron dañados des-

de el simple mobiliario urbano hasta la propia legislatura carioca. Es aquí donde radica otra sustancial diferencia entre los movimientos en la Argentina y en Brasil. Mientras en Argentina los cacerolazos fueron mayoritariamente pacíficos, en Brasil las protestas (en portugués “passeatas”) están adquiriendo un creciente grado de violencia. Violencia que se recrudece tanto por el accionar policial como por la vigorosa respuesta de las calles. Mientras la Policía Militar utiliza su división de “Tropa de Choque” para dispersar las concentraciones, los manifestantes han desarrollado su propia defensa. Con máscaras para protegerse de los gases lacrimógenos y bombas de fabricación cacera, grupos reducidos enfrentan en forma directa a las autoridades. Confrontaciones que suelen acabar en verdaderas batallas campales. Las imágenes de las últimas protestas fueron impactantes. El fuego y los destrozos tornaron el paisaje del centro de Rio de Janeiro en un cuadro similar al de un escenario de guerra. A diferencia de lo que sucede en la Argentina, aquí la tensión puede elevarse hasta alcanzar niveles peligrosos. Peligrosos para la integridad de los protagonistas, pero también peligroso para el normal funcionamiento institucional.

Si bien las elecciones de 2014 pueden ayudar a descomprimir la tensión, no aportarán tanto oxígeno como ocurrió en la Argentina con las PASO. La diferencia radica en que mientras los argentinos se manifestaban básicamente en contra del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, en Brasil el blanco de las protestas es toda la clase dirigente y no solo el partido oficial. Posiblemente este sea el dato más alarmante del contexto político brasileño actual, y, al mismo tiempo, el principal desafío de la oposición. La necesidad de construir liderazgos alternativos que puedan de alguna forma absorber las demandas se torna imperativa.
En la Argentina el futuro parece bastante más predecible. La única dificultad que atravesará el gobierno de aquí a 2015 será la convivencia con el propio peronismo. No deberá lidiar con una ciudadanía en la calles, enemistada con toda la clase política y sedienta de refundaciones nacionales.
Es así que, aunque parezca mentira, el futuro sociopolítico de la Argentina se muestra más estable que el de Brasil. Contentarse con esta realidad sería un serio error. Que la situación en Brasil sea profundamente delicada e incierta no significa que la Argentina de la transición al pos kirchnerismo sea un paraíso o un Resort cinco estrellas. El país deberá transitar un camino de dos años sometido a finos equilibrios. En última instancia, el mal de muchos nunca deja de ser un consuelo de tontos.


*Santiago Pérez: Licenciado en Relaciones Internacionales y MBA. Columnista de Observador Global, El Norte de Castilla, Radio Miami Int'l, NTN24 y otros 15 medios de América Latina y España. Argentino, viviendo en Rio de Janeiro, Brasil. twitter.com/perez_santiago | facebook.com/lic.perezsantiago

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