¿Y del futuro qué? - TicoVisión
Escrito en 17/01/14 a 09:19:17 GMT-06:00 Por Administrador
Ciencias y Tecnologías
La ciencia es como una partida de naipes. Cuanto más lejos intentamos predecir el futuro, más cierto es que algún descubrimiento imprevisto torcerá el rumbo de los acontecimientos. Aunque la ciencia ha hecho un increíble...

¿Y del futuro qué? - TicoVisión


17 de enero de 2014 | TicoVisión | Redacción TicoVisión | Ciencia y Tecnología | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento




¿Y del futuro qué?



Por el Lic. Fernando Arias

17 de enero de 2014.-  El problema con las visiones del futuro; alguien dijo una vez, es que hay demasiadas de ellas.

En 1945, Arthur C. Clarke, el escritor de ciencia ficción ampliamente conocido por 2001:Odisea en el espacio, y por otras obras del mismo genero, a la que fuimos muy aficionados, predijo que los satélites artificiales en órbitas geosincrónicas serían algún día utilizados para retransmitir comunicaciones en todo el el mundo. Los expertos de las comunicaciones se mofaron de él. En 1945 la idea de un satélite artificial era verdadera ciencia ficción. Serían 12 años después que los soviéticos darían una sacudida al mundo con lanzamiento del Sputnik I.

Era una predicción brillante, pero no es del todo claro que las comunicaciones basadas en los satélites previstos por Clarke, hubieran sido prácticas. Los satélites que él previó eran enormes, con compartimientos para una tripulación cuya tarea principal eran reemplazar las válvulas que se fueran quemando cada pocos días.

Apenas dos años después que Clarke hizo su predicción, se inventó el transistor. Actualmente existen casi 200 satélites de comunicaciones que representan un mercado de 15 mil millones de dólares y que sigue creciendo. No más grandes que un Volkswagen, cada satélite retransmite muchas más señales que las enormes estaciones espaciales propuestas por Clarke, sin necesidad de una tripulación. Arthur C. Clarke previó los satélites de comunicaciones, pero no la microelectrónica.

La ciencia es como una partida de naipes. Cuanto más lejos intentamos predecir el futuro, más cierto es que algún descubrimiento imprevisto torcerá el rumbo de los acontecimientos. Aunque la ciencia ha hecho un increíble progreso durante este siglo, sigue siendo azarosa. A veces, como en el caso de la microelectrónica, la ciencia ofrece un futuro más allá de cualquier cosa que nos hubiéramos imaginado. Pero también nos impone límites a nuestros sueños.

En 1618, Robert Fludd, un médico inglés, soñaba con facilitarle el trabajo a los granjeros. Por siglos, los molinos de agua habían sido utilizados en Europa para producir harina, pero muchas áreas del continente carecían de Corrientes de agua con la suficiente potencia para hacer funcionar a un molino. Esto obligaba a menudo a los granjeros a transportar los granos a grandes distancias. La solución que propuso Fludd era hacer que el molino se comportara simultáneamente como una bomba de agua y como elaborador de harina. El agua que movería el mecanismo sería bombeada a un tanque que alimentaría el molino. La invención de Fludd actuaría como una máquina de movimiento perpetuo.

La idea, naturalmente, fracasó, pero esta falla llevó a una de las visiones científicas más importantes de la historia: la conservación de la energía encarnada en las leyes de la termodinámica. En los casi 400 años desde el fracaso de Fludd, los centenares de inventores alrededor del mundo siempre intentaron, sin éxito, batir los leyes de la termodinámica.

Un ejemplo de movimiento por termodinámica fue la máquina del ferrocarril por vapor.
En la frustración resultante y aún por vergüenza, muchos inventores recurrieron al fraude, construyendo complejos dispositivos con ingeniosas pero encubiertas fuentes de energía. Cada incidente, y cada fraude, una vez expuesto, confirmaron más firmemente el cumplimiento de leyes de la termodinámica. No hay máquinas perpetuas del movimiento en nuestro futuro. La ciencia no puede permitirnos prever el futuro, sino que permite que descartar algunos tipos de futuro.

Usted podría suponer, por lo tanto, que esa gente que hace una profesión de predecir el futuro están haciendo ciencia. De hecho, es mucho más probable que estén inmersos en la astrología y en otro tipo de las llamadas ciencias ocultas. Pero los redactores de horóscopos diarios y los "psíquicos" o "brujos", como les decimos en Costa Rica, en apariencia son inofensivos,- a no ser que se dediquen a estafar a los incautos cobrándoles millonarias sumas por encontrar tesoros ocultos, acabar con "maleficios" o transmitirles poderes imaginarios.-  Sus modestas pretensiones de prever el futuro raramente van mucho más allá de pronosticar los problemas maritales de las celebridades del momento. o los altibajos de los políticos nacionales y mundiales.

Tampoco me preocupa mucho el Profesor ese, cuyo anuncio vemos en los medios de comunicación. Dice, simplemente que hace "lecturas". Lee las cartas del tarot, las hojas de té o las palmas de la mano, y hará las las predicciones más exactamente posibles dentro de las limitaciones de esa tecnología. Aunque quienes consultan adivinos y "psíquicos" están, de todos modos, más allá de la ayuda.

Los que deben  preocuparnos son los "futuristas profesionales". Como aquellos que se enorgullecen en desarrollar vistosos escenarios de anticipación, ayudados

por la tecnología cinematográfica del momento, y en "pensar lo imposible", por lo general anunciando cataclismos terribles, pestes, guerras y otros desastres apocalípticos, que llenan de pánico a las personas que inocentemente tienen confianza en tales augurios.

Personas que normalmente son inteligentes se inclinan a tomar a esos futuristas muy seriamente. Cuanto más lejos en el tiempo estos "expertos" proyectan sus mentes, se supone que sus visiones son más profundas. Si se internan lo suficiente en el futuro son llamados "visionarios".

Los futuristas no predicen para el año próximo. Prefieren pensar más lejos: 20 años, un siglo, o un milenio. Algunos pasan toda su vida de trabajo delineando predicciones de cómo serán las cosas cuando se encuentren jubilados. Cosas como colonias en Marte. Esta posibilidad no viola ninguna ley de la física, pero luego de darle recientemente una ojeada al planeta, puedo pronosticar que la perspectiva de una colonia allí no se ve muy prometedora.

Dennis Gabor, el físico británico que ganó el premio Nobel en 1971 por la holografía, sugirió una vez que si no podemos predecir el futuro, tal vez podamos inventarlo. Él propuso que se le pidiera a un grupo de notables intelectuales que elaboren una lista de futuros posibles. Entonces quedaría librado democráticamente a la sociedad el decidir cuál de estos futuros corresponde a la clase de mundo en que desearíamos vivir y diseñar políticas que nos permitieran llegar a ellos. La sociedad, sin embargo, necesita conocer si el futuro que elegimos es verdaderamente realizable. Poner a seres humanos en la luna era un tarea difícil pero posible. La máquina de movimiento perpetuo del Dr. Fludd tenía un objetivo loable, pero era imposible.

La ciencia tiene una forma de llegar al futuro sin consultar a los futuristas. El historiador Arnold Toynbee explicó una vez el motivo de su productividad fenomenal: "aprendo cada día, lo qué necesito saber para hacer el trabajo de mañana".

La ciencia avanza en gran medida de la misma manera. Con cada conquista duramente ganada, el científico se detiene brevemente para trazar un nuevo curso, diseñado para aprovechar lo que acaba de aprenderse. Si usted se centra en una meta demasiado distante, usted puede encontrar un obstáculo que no aparecía en su mapa. Lo mejor es seguir los contornos del terreno. Y en este viaje, los futuristas son simplemente irrelevantes.

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