El silencio es una forma de opinión - TicoVisión
Escrito en 28/01/14 a 10:32:12 GMT-06:00 Por Administrador
Max Lacayo L.
Y si todos permaneciéramos callados, sin expresar opinión alguna sobre temas relevantes que nos conciernen, daríamos fin a los canales necesarios del proceso democrático que transmite la voluntad del pueblo y que moldea las...

El silencio es una forma de opinión - TicoVisión


28 de enero de 2014 | TicoVisión | Redacción TicoVisión | Opinión | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento




El silencio es una forma de opinión



Por Max Lacayo L. *
Escritor

28 de enero de 2014.-  Imaginémonos, por un momento, una sociedad donde los pocos que tienen la oportunidad de asistir a la universidad egresan con la falsa ilusión de que sus respectivos dominios sobre sus especialidades son absolutos; de que nuevos conocimientos los han elevado a la cúspide del saber.
 
En la realidad, sin embargo, solo los presuntuosos pueden creer que han recibido toda la educación necesaria en su materia. Pero esos necios son los que menos logran comprender el porqué y el cómo de las cosas. Voltaire decía que entre más leía, entre más conocimientos adquiría, más seguro se sentía de que no sabía nada. Y de acuerdo a Sócrates: “La educación es el encendido de una llama, no el llenado de un recipiente”. De ahí que el sabio tiene más preguntas que el insensato.
 
Imaginémonos también —que por decreto ley— a ningún profesional se le permitiera opinar en campo alguno, fuera de su área de estudio.
 
Lo triste del caso es que los anteriores absurdos corresponden a la visión de un escritor nicaragüense graduado en literatura. Este aboga por una política de “zapatero-a-tu-zapato”. Según este personaje, es aterrador ver a cualquier ciudadano opinando libre y públicamente sobre temas diversos de interés nacional. Él se da por llamarlos —peyorativamente— “todólogos” y teoriza que estos son únicamente parlantes de su ignorancia.

Irónicamente, este individuo vocifera su opinión acerca de un tema ajeno a su especialización académica. Pero, como es usual en Nicaragua, muchos partidarios y exmilitantes sandinistas —desde 1979— tienden a creer que ellos poseen el monopolio de la verdad; que ellos son la conciencia y guía de un pueblo incapaz de actuar con suficiencia.
 
Las implicaciones de lo que propone el escritor de nuestra historia reflejan una actitud de arbitraria supremacía. De ser permitido hablar solamente acerca de los temas que estudiamos en una universidad, estaríamos silenciando a la gran mayoría del pueblo, puesto que son relativamente pocos los que tienen acceso a esos niveles de educación superior.
 
Y si todos permaneciéramos callados, sin expresar opinión alguna sobre temas relevantes que nos conciernen, daríamos fin a los canales necesarios del proceso democrático que transmite la voluntad del pueblo y que moldea las formas de convivencia pacíficas, libertad y demás inalienables derechos de los individuos en una sociedad. Y es que la opinión pública proviene de la conciencia y es generadora de las normas morales y las buenas leyes.
 
El problema, sin embargo, es que hasta el silencio es una forma de opinión y si esta se traduce a frustración o infelicidad un proceso gradual llevará inevitablemente al descontento general, el que eventualmente —de una u otra manera— encontrará su válvula de escape. Y como en estas condiciones el sufragio no tiene significado, la única alternativa es la violencia. Violencia respondiendo a la violencia y a la represión; el silencio explosionando al unísono en el fiero rugido de la voz del cañón. Por eso, cuando ese escritor desacertado dice que le aterran los “todólogos”, debería tener en mente que el silencio es la opinión más aterradora.
 
Cánsese, pues, ese desatinado escritor tratando de contabilizar las contribuciones de cada ciudadano interesado en el bienestar social y la paz. Y desvanezca, si quiere, cuando escuchando el silencio tampoco le guste lo que oye.
 
Yo solo pregunto de qué es digno ese individuo si todo lo que aprecia es el lenguaje autoritario de un Estado y a su único vocero, el dictador.


*  Por Max Lacayo Lacayo, Nicaragüense: economista, escritor, poeta y crítico literario. Egresado de University of New Orleans.

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