Cuando más penetrás el mundo de teonanácatl - TicoVisión
“Cuando más penetrás el mundo de teonanácatl, más cosas se ven y mirás nuestro pasado y nuestro futuro como una sola cosa que ya se llevó a cabo, que ya sucedió ” (María Sabina. La curandera Huautla Mazateca).
Por el Dr. Orlando J. Icaza Gallard *
1 de marzo de 2014.- “Cuando más penetrás el mundo de teonanácatl, más cosas se ven y mirás nuestro pasado y nuestro futuro como una sola cosa que ya se llevó a cabo, que ya sucedió” (María Sabina. La curandera Huautla Mazateca).
Una de las riquezas tropicales más grandes de nuestra naturaleza y de la cual muy pocos somos conscientes, es la existencia de numerosos hongos alucinógenos o psicodélicos. Si no me equivoco, han sido reportados aproximadamente 200 especies que contienen al menos dos químicos Psilocibina y psilocina. Su nombre nativo es teonnácalth del Náhuatl (teotl “dios” y nancalt “hongo”).
Se tiene conocimiento de la existencia y uso de ellos desde tiempos prehistóricos según datos encontrados en Tunisia en piedras grabadas por los Maghreb o miembros de la cultura Capsiana que existió de 10 a 6 mil años antes de Cristo en la era mesolítica. Interesantemente, esta zona geográfica incluía parte de Egipto, país que educó a sabios griegos y hebreos donde nació la civilización judea cristiana.
En América se ha encontrado evidencia de su uso desde 200 años antes de Cristo en templos mayas en la región de Guatemala y México. Bernardino de Sahagún reporta su uso por los aztecas en rituales religiosos igual que lo hace el padre dominico Diego Durán. Se cree también que los curas católicos intentaron desviar su uso, que consideraban diabólico, por el de la Santa Eucaristía en un acto de sincretismo religioso.
Una de las riquezas tropicales más grandes de nuestra naturaleza y de la cual muy pocos somos conscientes, es la existencia de numerosos hongos alucinógenos o psicodélicos. Si no me equivoco, han sido reportados aproximadamente 200 especies que contienen al menos dos químicos Psilocibina y psilocina. Su nombre nativo es teonnácalth del Náhuatl (teotl “dios” y nancalt “hongo”).
Se tiene conocimiento de la existencia y uso de ellos desde tiempos prehistóricos según datos encontrados en Tunisia en piedras grabadas por los Maghreb o miembros de la cultura Capsiana que existió de 10 a 6 mil años antes de Cristo en la era mesolítica. Interesantemente, esta zona geográfica incluía parte de Egipto, país que educó a sabios griegos y hebreos donde nació la civilización judea cristiana.
En América se ha encontrado evidencia de su uso desde 200 años antes de Cristo en templos mayas en la región de Guatemala y México. Bernardino de Sahagún reporta su uso por los aztecas en rituales religiosos igual que lo hace el padre dominico Diego Durán. Se cree también que los curas católicos intentaron desviar su uso, que consideraban diabólico, por el de la Santa Eucaristía en un acto de sincretismo religioso.
En nuestra sociedad, el conocimiento del teonnácalth fue introducido por el etnomicologista R. Gordon Wasson en 1955. Él conoció de ellos por la curandera Huautla Mazateca María Sabina quien le permitió experimentar y conseguir esporas del hongo Psilocybe mexicana. María atrajo la atención de muchos artistas entre los que se menciona a John Lenon y a Mick Jagger y fue la puerta para la elaboración sintética de muchos enteógenos que se popularizaron entre jóvenes famosos que buscaban experiencias extrasensoriales y que contribuyeron a la creación de la cultura hippie.
A finales del siglo XIX en Francia poetas, novelistas, pintores y músicos crearon sociedades, clubes y diversos grupos filosóficos donde la sinestesia se popularizó. Aparecieron los famosos simbolistas, se reforzó el ocultismo y las artes griegas y egipcias renacieron con las corrientes hermetistas basadas en textos pseudoepigráficos atribuidos a Hermes Trimegistro quien aparece como un intento helénico de sistematizar filosóficamente parte de las doctrinas religiosas y místicas de la cultura tardo egipcia precisamente ahí donde esos hongos eran de uso frecuente más de diez mil años atrás. Ahí, donde aparece Moisés criado junto a las pirámides y con la filosofía del dios Tot, patrón de los magos egipcios, ahí donde nace la idea de Asclepios, dios griego de la medicina, de atrapar las almas de los demonios en las estatuas.
Alrededor del simbolismo aparecen los poetas malditos popularizados con la obra de Paul Verlaine (Les Poètes Maudits) a la vez inspirado en la obra de Charles Baudelaire Las flores del mal que arrastró a muchos otros poetas y escritores como Oscar Wilde, Juan Ramón Jiménez, Amado Nervo, Leopoldo Lugones, José Martí y a nuestro gran poeta Rubén Darío.
La sinestesia, ese efecto común de las drogas psicodélicas como el LSD, la mezcalina, el peyote y la encontrada en los hongos psilocibios, provoca ver olores, tocar sonidos, oír sensaciones táctiles y hasta conectarse con dioses, seres de ultratumba y predecir el futuro. Curiosamente hoy parece ser que dichas drogas no son tan nocivas como se creía (Véase Teri S. Krebs PhD; PLOS ONE, agosto 19, 2013) y que tienen efectos curativos para muchas enfermedades psiquiátricas y neurológicas difíciles de tratar como la depresión, la dependencia al alcohol, la ansiedad y ciertas migrañas. Aunque dichos efectos ya se conocían desde mucho tiempo atrás, es hasta ahora que se están comenzando a confirmar con base científica. Además se cree que no son tan aditivas a como lo son otras drogas como la marihuana, la cocaína o la heroína.
Quizás estemos regresando al punto de partida de esos círculos esotéricos que dan vuelta con el tiempo y que como péndulo van y regresan donde la alquimia, la astrología y la teúrgia vuelvan a ser parte importante del sentido de nuestra existencia conectando la ciencia de hoy con la de los chamanes mayas, con la de Circe, Pitágoras, Platón, la de los magos Persas y el dios Tot.
Quién dice que en Nicaragua, con tanto hongo tropical que tenemos, no lleguemos a ser el centro para curarnos de los muchos males físicos, psicológicos y políticos que nos afligen.
El autor es médico y sobrino de nuestro querido amigo y colaborador columnista, Alejandro José Gallard Prío.
A finales del siglo XIX en Francia poetas, novelistas, pintores y músicos crearon sociedades, clubes y diversos grupos filosóficos donde la sinestesia se popularizó. Aparecieron los famosos simbolistas, se reforzó el ocultismo y las artes griegas y egipcias renacieron con las corrientes hermetistas basadas en textos pseudoepigráficos atribuidos a Hermes Trimegistro quien aparece como un intento helénico de sistematizar filosóficamente parte de las doctrinas religiosas y místicas de la cultura tardo egipcia precisamente ahí donde esos hongos eran de uso frecuente más de diez mil años atrás. Ahí, donde aparece Moisés criado junto a las pirámides y con la filosofía del dios Tot, patrón de los magos egipcios, ahí donde nace la idea de Asclepios, dios griego de la medicina, de atrapar las almas de los demonios en las estatuas.
Alrededor del simbolismo aparecen los poetas malditos popularizados con la obra de Paul Verlaine (Les Poètes Maudits) a la vez inspirado en la obra de Charles Baudelaire Las flores del mal que arrastró a muchos otros poetas y escritores como Oscar Wilde, Juan Ramón Jiménez, Amado Nervo, Leopoldo Lugones, José Martí y a nuestro gran poeta Rubén Darío.
La sinestesia, ese efecto común de las drogas psicodélicas como el LSD, la mezcalina, el peyote y la encontrada en los hongos psilocibios, provoca ver olores, tocar sonidos, oír sensaciones táctiles y hasta conectarse con dioses, seres de ultratumba y predecir el futuro. Curiosamente hoy parece ser que dichas drogas no son tan nocivas como se creía (Véase Teri S. Krebs PhD; PLOS ONE, agosto 19, 2013) y que tienen efectos curativos para muchas enfermedades psiquiátricas y neurológicas difíciles de tratar como la depresión, la dependencia al alcohol, la ansiedad y ciertas migrañas. Aunque dichos efectos ya se conocían desde mucho tiempo atrás, es hasta ahora que se están comenzando a confirmar con base científica. Además se cree que no son tan aditivas a como lo son otras drogas como la marihuana, la cocaína o la heroína.
Quizás estemos regresando al punto de partida de esos círculos esotéricos que dan vuelta con el tiempo y que como péndulo van y regresan donde la alquimia, la astrología y la teúrgia vuelvan a ser parte importante del sentido de nuestra existencia conectando la ciencia de hoy con la de los chamanes mayas, con la de Circe, Pitágoras, Platón, la de los magos Persas y el dios Tot.
Quién dice que en Nicaragua, con tanto hongo tropical que tenemos, no lleguemos a ser el centro para curarnos de los muchos males físicos, psicológicos y políticos que nos afligen.
El autor es médico y sobrino de nuestro querido amigo y colaborador columnista, Alejandro José Gallard Prío.
Comentarios de este artículo:
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