9 de abril de 2014.-  La lectura de esta novela de John Kennedy Toole, publicada póstumamente en 1980, ganadora del Pulitzer en 1981, y llena de las más estrambóticas escenas pero dotada, eso sí, de un realismo sobre el género humano con todas sus miserias, nos llena -puesto que se trata de una novela realista- de una pura crítica a la sociedad en la que vivimos inmersos, y eso es lo que me lleva a hacer esta reflexión.

Costa Rica nadará, sin saber muy bien cómo guardar su ropa, e irá a remolque de los designios del capital o de la burocracia mundial. Tan solo nos hace falta ver cómo dan vueltas al tan manido tema de las izquierdas, intentando ensalzar sus creencias religiosas y, amparándose en el conocimiento de su pueblo, se le asusta diciéndole que si se le ocurriese votar por esos partidos,  llegaría al apocalisis.

Ese pequeño o gran matiz es la diferencia a la que se aferran los políticos, y es por eso que la repiten constantemente, amén de darles la seguridad de volver a ejercer el poder, elección tras elección, llenando de desarraigo y abandono político al pueblo; un pueblo que a menos que se remedie se estancará en el pasado reciente y volverá a ser un país de sufridores rayando la incultura, y dejando -por miedo a lo desconocido- que unos pocos sean capaces de gobernarles a través de un pragmatismo cerril tanto como ineficaz, durante los años venideros.