Lo bueno, lo malo y lo feo a los cien días - TicoVisión
Escrito en 30/08/14 a 03:58:27 GMT-06:00 Por Administrador
Opinión-Análisis
No cabe duda que al cumplirse esa cifra kafkiana de los cien días de gobierno de Luis Guillermo Solís –totalmente arbitraria, por cierto- abundarán los incontables artículos de ilustres analistas, comentaristas y editorialistas. No es mi interés ser uno más del cliché...

Lo bueno, lo malo y lo feo a los cien días - TicoVisión


30 de agosto de 2014 | TicoVisión | Redacción: TicoVisión | Ctegoría: Opinión | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento




Lo bueno, lo malo y lo feo a los cien días



Por Daniel González Chaves
Escritor

    30 de agosto de 2014.-  No cabe duda que al cumplirse esa cifra kafkiana de los cien días de gobierno de Luis Guillermo Solís –totalmente arbitraria, por cierto- abundarán los incontables artículos de ilustres analistas, comentaristas y editorialistas. No es mi interés ser uno más del cliché. Siendo un simple ciudadano de a pie y no un destacado o reconocido analista de la realidad nacional de esos que a cada rato entrevistan para decir lo obvio (pero de manera bien bonita, eso sí) sólo deseo expresar lo que siento como un miembro de la ciudadanía llana con las modestas aspiraciones del tico promedio y, eso sí, muchas esperanzas depositadas el pasado febrero y abril.

Para empezar he de decir que el triunfo del PAC en las elecciones del 2014 fue la primera vez en mi vida que supe como se sentía que el partido o candidato que apoyaba ganaran las elecciones. Mi primer voto lo emití en las elecciones del 2002 por Ottón Solís en primera ronda y por Rolando Araya en segunda. Desde que tengo edad legal para votar han sucedido cuatro elecciones presidenciales, tres municipales (la primera de las cuales me pasó inadvertida) y un referéndum en el cual voté por la opción NO cosa que aún hoy me llena de orgullo. No me arrepiento de haber votado NO en dicho proceso, el tiempo nos dio la razón, y hasta ahora no he tenido oportunidad de arrepentirme de ningún voto, ni siquiera de cuando apoyé la opción perdedora, que ha sido la mayoría de las veces.

Es probable que para quienes son de una generación anterior a la mía y vivieron la etapa del bipartidismo –que nos es difícil de imaginar a los que somos más jóvenes- estuvieran acostumbrados a ganar o perder de manera oscilatoria, salvo que fueran partidarios de la izquierda. No es mi caso, ni el de muchos (as) como yo. Me encuentro en la primera ocasión de mi vida en que celebré los resultados de unas elecciones presidenciales y en que el partido de mis  preferencias es gobierno. Aún así, como la mayoría de votantes del PAC, mi voto no es fanático, acrítico o incondicional como suele suceder entre los partidos tradicionales. Todo lo contrario, quizás nuestro juicio sobre la gestión del partido es aún más duro por la misma razón. No deja de producir un sabor agridulce nunca antes experimentado. Sin duda, no es fácil dejar de ser oposición, ni siquiera para el simpatizante de base.

Por supuesto, el actual gobierno ha cometido errores e incurrido en diversas contradicciones, como también ha hecho en poco tiempo algunas cosas mejor que muchos gobiernos anteriores y sé que tiene mucha gente buena trabajando duro y deseando hacer bien las cosas. Es notorio que la derecha del país está nerviosa y eso podemos verlo en los siempre tendenciosos titulares de algunos de los medios más conocidos por ser voceros de los sectores más ricos de la oligarquía como La República, La Extra o La Nación. Sin duda hay un sector del país que desconfía de fórmulas que no repliquen las políticas tradicionales de los últimos treinta años a pesar de que éstas ya se han demostrado ampliamente fracasadas y dañinas para el país.

Aún así, sería injusto no reconocer que algunas de las críticas al gobierno tienen total validez.

Lo bueno. Desde ya el gobierno está mostrando una vocación más social característica de una administración de centroizquierda. Por primera vez desde que tengo memoria el sector trabajador se mostró complacido con la propuesta de aumento salarial del gobierno la cual era prácticamente la misma que pedían los representantes sindicales, se anuncia un cambio en el enfoque de combate a la pobreza, se atiende de manera mucho más inmediata y decidida la crisis de Salitre y la afectación de la población indígena abandonada a su suerte por los gobiernos previos (si bien aún debe resolverse definitivamente la inaceptable situación de invasión del territorio por no indígenas haciendo cumplir la ley) y se tiene una mayor cercanía a las comunidades como indica el manejo del gobierno hacia temas como la administración de acueductos comunitarios, el mercado de artesanos que incomoda a la Fundación Arias (y al PLN) y la carretera a San Ramón. Son un dulce cambio respecto al autismo sordo de la pasada administración.

También se percibe un cambio en la política exterior con la directriz emitida por la Presidencia para mejorar las relaciones con Brasil, en especial porque nuestros gobiernos tradicionalmente han priorizado al norte antes que al sur (y no me refiero a Nicaragua), así como una condena mucho más contundente de lo usual a las acciones israelíes en Gaza que habría sido impensable durante una administración liberacionista, si bien se quedó algo corta.

Pero quizás el elemento más esperanzador es el combate a la corrupción y el despilfarro. Lejos de los viejos tiempos en que el partido de gobierno entrante le cubría las espaldas al saliente, éste empezó destapando los distintos chorizos de la administración pública y remitiéndolos a la Fiscalía que, esperemos, ojalá actúe como debe aún cuando de momento está en manos de una ficha afín al PLN. Esto a pesar de que con descaro algunos de los imputados de inmediato denunciaron “persecución política”, aún cuando usar esa acusación para cubrir sus actos irregulares es un insulto a la memoria de cuantos han sufrido y muerto por verdadera persecución. La aplicación de la ley para cortar las megapensiones de lujo y la congelación al aumento a jerarcas también son esperanzadoras y hubieran sido impensables en un gobierno de esos partidos que ven la política como fuente de enriquecimiento, y que de hecho parecieran molestos con las medidas.

Lo malo. El actual gobierno indudablemente muestra una serie de contradicciones que podrían responder a un esfuerzo por obtener gobernabilidad. Quizás el más sonado es ceder ante la extorsión del bloque fundamentalista cristiano en la Asamblea. Si bien es comprensible que temas demasiado polémicos no se incluyan en un período tan breve como el de la actual convocatoria de proyectos del Ejecutivo, en que tradicionalmente todos los gobiernos incluyen proyectos con cierto grado de consenso, lo que es injustificable es la inclusión del mal llamado “Proyecto de Libertad Religiosa” que atenta contra los principios del Estado Laico y que está diseñado para beneficiar a las iglesias evangélicas otorgándoles derechos a la vez que expresamente discrimina a las minorías no cristianas (que quedan oficialmente excluidas en el artículo 6 del texto).

Sobre las razones de la inclusión de un proyecto tan contradictorio respecto a los compromisos de campaña, estas aún no han sido explicadas satisfactoriamente pero existen sospechas de que es una forma de ganarse el apoyo del bloque integrista. Si bien no hay nada malo en crear un cuerpo legal que regule las organizaciones religiosas e incluso legalice el matrimonio civil realizado por otros ministros además de los católicos, el proyecto en cuestión contiene una serie de elementos muy peligrosos para nuestro estado de derecho y crea privilegios abusivos para las iglesias.

Similarmente el Gobierno hace muy mal en no chinear a sus dos principales aliados; el FA y el PUSC, o al menos esa impresión da. Se trata de dos partidos con importantes diferencias ideológicas que están empeñando su credibilidad al confiar en el Ejecutivo y que deben responder ante sus votantes. Personalmente me parece que ambos partidos y sus líderes han realizado una oposición responsable, crítica pero propositiva y constructiva, misma que desconcierta e incomoda al PLN acostumbrado a hacer política tradicional y a los accionares más inescrupulosos en su relación con el gobierno cuando es oposición, y un ML que parece algo indeciso como si no quisiera acercarse mucho al gobierno pero tampoco desea todavía juntarse del todo con el PLN como ya lo hacen servilmente los leales representantes del bloque cristiano, incondicionales aliados de los verdiblancos sean gobierno o no.

En el caso del FA y del PUSC se trata de dos partidos a los cuales muchos de los compromisos adquiridos para emitir su voto el pasado 1 de mayo no parecen haberse cumplido. Nadie puede culpar a estas dos bancadas de retirar el apoyo al PAC para el directorio legislativo próximo si no se corrige ese rumbo y no se mejora el diálogo. El gobierno pareciera dar por sentado que tiene ese apoyo y no se preocupa por cultivarlo o crear un bloque sólido en el Plenario mientras, irónicamente, parece tenerle miedo al bullying de los partidos integristas.

Lo feo. El destape de ciertos escándalos de corrupción que involucran al PAC, en algunos casos de forma totalmente periférica y en otros más directamente, afecta la imagen del gobierno, aunque sean dos cosas totalmente diferentes –al menos en este país donde no vivimos en un sistema parlamentarista y la Constitución prohíbe beligerancia política al Ejecutivo-. Si bien los mismos son en muchos sentidos exacerbados a propósito por diversos actores (prensa, algunos sectores de oposición, uno que otro resentido, la vieja vanguardia neoliberal, etc.) no cabe duda de que el PAC como partido debe recomponerse, aprovechar esta crisis que sufre para poner barbas en remojo, buscar retomar sus principios y valores clásicos y retomar la bandera de la ética que lo identificó y que incluso sus rivales le reconocían, convirtiéndose por décadas en una voz con legitimidad moral para señalar a otros partidos (misma que se ha erosionado a raíz de los sucesos recientes, si bien aún no puede decirse que este al mismo nivel). El PAC aún está a tiempo de cambiar el curso, tomar medidas enfáticas, preventivas y correctivas sobre estas situaciones irregulares y evitar caer en el despeñadero de la corrupción de donde ya no podemos sacar a partidos como el PLN o el ML.

Conclusión. Al final la labor de un buen gobierno no podremos verla hasta años después de terminado, tal cual pasó a algunos gobernantes como don Rodrigo Carazo y don Abel Pacheco que hoy podemos ver con otros ojos si hacemos una revisión de sus obras.

Parte del problema es que el gobierno partió con expectativas muy altas e irrealistas de cambio de una parte del electorado y con el apoyo disoluto y endeble de otro sector del mismo especialmente durante la segunda ronda cuya volatilidad ya se ve manifiesta. Si a eso se le suma que enemigos poderosos como el PLN aprovecharán el menor resbalón para hacer fiesta y sacar rédito político, el gobierno requiere una dosis extra de sabiduría y capacidad para hacer bien las cosas y evitar meter las patas, pues hacerlo es como tropezarse mientras se camina por la cuerda floja sobre un estanque de hambrientos tiburones.

Don Luis Guillermo ya ha dado muestras de que es una persona receptiva, que escucha y que da el brazo a torcer -una diferencia notable con respecto a la Hija Predilecta-, eso en sí mismo ya es una buena señal. Esperemos que el gobierno siga atendiendo razones y, en especial, escuche a la ciudadanía y a la sociedad civil antes que a asesores vivillos o diputados extorsivos.

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