Entre el ocaso de su vigencia, acuden al acoso como sobrevivencia. Es la sábana sucia del neoliberalismo que se agita buscando a ver qué desmantela antes de que le saquen del ejercicio del poder en todos los frentes.

En España, Iglesias; en América Latina, Correa, Maduro, Morales, Dilma y Cristina y vendrán otros, sin duda. La peste del muerto es tan inevitable que el único modo que tienen para ganar elecciones es avergonzarse y así inventan tonteras del tipo “capitalismo progresista” y otros disfraces para esconder la mácula. Hacen del miedo, pan para tener intoxicada a la comunidad y sometida. Entonces gritan “comunista” y cualquier palabra que la gente por costumbre tema e ignore a la vez; pero procurarán que la gente conozca su verdadera trascendencia. Es el manoseo moral que con frecuencia ejerce el político empresario. Ese hábito torcido de la elipsis, la causa falsa, el ataque personal y el amor incondicional al vacío. Porque el vacío paraliza y garantiza que el cambio suceda nunca.

Pero es en las crisis que la gente aprende el verdadero sentido de ser solidario. Es cuando se diferencia la causa común del discurso falaz. Es en el territorio, en la meta compartida y no en un futuro plagado de chantaje. Poco a poco, los ciudadanos descubren quiénes son estos hombres lagarto que dicen procurar nuestro bien y que tienden a estrujarnos. Y entendemos, con firmeza,