En Costa Rica casi nada cambia, solo crecen los impunes e intocables - TicoVisión
Escrito en 15/11/14 a 00:27:12 GMT-06:00 Por Administrador
Opinión-Análisis
No estoy contento con la repetida frivolidad. Menos con la complicidad sistémica para burlar a la ciudadanía. No me acostumbro a la hipocresía oficial. La sobrevivo, como tantos. No olvido el Estado que parece...

En Costa Rica casi nada cambia, solo crecen los impunes e intocables - TicoVisión


15 de noviembre de 2014 | TicoVisión | Redacción: TicoVisión | Ctegoría: Opinión | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento




En Costa Rica casi nada cambia,
solo crecen los impunes e intocables



Por Adán Vivas
Escritor

No estoy contento con la repetida frivolidad. Menos con la complicidad sistémica para burlar a la ciudadanía. No me gusta la idea de acusar a nuestros antepasados de discriminación para salvar el pellejo de un sujeto cuya supuesta vocación es incompatible con el servicio público.

No me acostumbro a la hipocresía oficial. La sobrevivo, como tantos. Me da pena la forzada que nuestro país aplica sobre los socios de la comunidad internacional. Pasa con los 43 normalistas mexicanos, fue lo mismo con la avanzada israelí sobre la población de Gaza, con el Golfo Pérsico, con las multinacionales. La barbarie y el abuso que se lavan con los billetes y la sonrisa cómplice, impostada, tunante y mercader.

No olvido el Estado que parece defensor de los intereses privados y sataniza a los protectores del ambiente. Extraño liderazgo que sugiere poderes mercenarios.
Imagen: ©Mojo Wang

Puedo decir que, es esperable. Un país que suma omisiones en derechos humanos, que tiene cárceles donde los individuos se fermentan y aprenden la ferocidad de la sobrevida encaja en el mal ejemplo. Se supone que el sistema penal ha de servir para reinsertar a la persona en la sociedad, pero nada resulta más barato que no procurar esfuerzo. Para “mejores cosas” y a otros bolsillos ha de servir el presupuesto.

¿Qué gana la sele…? Una cerveza, unos brincos, una alegría de muy corto plazo. Se disfruta el gol como señal de habilidad y astucia que nos hace metafísicamente superiores. Son necesarias las ilusiones cuando la realidad no alcanza. Horas después somos los mismos de antes: con un costal de incertidumbres y metas fragmentadas y una combustión de rabias que podría tener mejores usos.

Los sectores sociales y culturales luchan por el presupuesto: algunos lo necesitan, otros lo ambicionan. Sin embargo, no hay la suficiente voluntad para reconocer las causas nacionales y hacerlas valer sobre las voluntades individuales y de gremio. Cuánto perdemos la esperanza cuando sabemos que todo es traicionable, que tras las puertas se arregla y modifica la agenda de la patria por unos pocos huesos, un futuro personal, alguna plaza, embajada, unos contratos. Todo en la medida de la categoría del interlocutor y su avaricia.

En fin, que casi nada cambia a excepción del número creciente de impunes e intocables.

Cambia el clima con esas ventiscas repentinas que estimulan el consumo. Pero la gente no: queremos ser los otros, los felices y por eso omitimos la cotidianidad tan escabrosa, para cambiarla por carnaval, complicidad y olvido.

Es una semana como tantas, con el tiempo detenido. El país no evoluciona. Por el contrario, de una u otra forma cede espacios a dogmatismos religiosos. Se explica porque es más fácil dejarse caer que intentar el ascenso. Es una pena ver a la humanidad tan desmayada, poca cosa.

Algunos resistimos. No nos pidan silencio porque la poca fe que la sociedad tiene se la están arrancando como si fuese un apéndice indeseable. De continuar así, provecho ha de ser de la rapiña la fuerza del espíritu ciudadano.

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