Los inocentes son los niños del mundo, los que mueren desnutridos o en las guerras, los de Gaza, los que huelen pegamento, los que son maltratados, violados o esclavizados, los que sufren situaciones contraindicadas con la dignidad individual, los hijos de la miseria, el desamor y la injusticia de la desigualdades sociales. Inocentes en mi tierra son los que viven en chabolas, los que piden comida y a los que sus padres les responden que aguanten hasta llegar al colegio, los que viven bajo el umbral de la pobreza por llamar de alguna forma a los cuatro cartones que les cubren la noche. Inocentes son los niños abandonados, los huérfanos, los robados, los niños perdidos como los llama Peter Pan.

Podría poner cifras, decir que uno de cada cuatro desayuna en la escuela o cosas así, podría establecer comparaciones con gastos superfluos u ostentosos que salen de la administración y que con el menor de los cuales comerían 10 niños al mes, pero lo que realmente me gustaría es que la inocencia venciera a la indecencia de los que se corrompen a costa del sufrimiento ajeno, de los que prefirieron rescatar a los bancos antes que a las personas, de los que se enriquecieron vendiendo sus pueblos o los hipotecaron con obras faraónicas con la única finalidad de fardar más que otros ocho.

A los Santos Inocentes los mandó a matar Herodes por temor a que alguno batiera su indecencia y ésta existe por culpa de nuestra inocencia, por creerles, por votarles, por mantenerlos en el poder,por no denunciarlos, por reverenciarlos en algunas ocasiones como a los presuntos inocentes que no son siendo indecentes mientras consientan que hoy haya un niño con hambre o que se incremente en una décima la pobreza y la desigualdad.

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*  Economista. Titular Mercantil. MBA. Comunicador. ESPÍRITU CRITICO. Uno+. Santa Cruz de Tenerife, Canarias.