Edén Pastora, preñador de profesión - TicoVisión
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Opinión-Análisis
Edén Pastora, preñador de profesión - TicoVisión


"Yo no soy mujeriego, soy preñador", dijo Pastora


06 de Diciembre de 2010
TicoVisión
Por Humberto Belli Pereira
La Prensa, Nicaragua








Preñadores y sementales

"Yo no soy mujeriego, soy preñador". En su brutal candor, esta frase proferida por Edén Pastora revela y resume la mentalidad que ha caracterizado a buena parte de nuestras sociedades latinoamericanas. El Comandante Cero, que saltó a la fama cuando dirigió en 1978 la guerrilla que secuestró a los diputados de la Asamblea Nacional, entregó al público una semblanza de su vida (disponible en Internet) muy reveladora: “Diez mujeres; cuatro esposas y seis romances, me han dado veintiún hijos; en Costa Rica, Méjico y Honduras; en eso he sido internacionalista”. Luego, consciente de lo difícil que era conciliar sus declaraciones con la paternidad responsable añadió: “Si no fui el mejor padre, fue por ser el mejor patriota”.

Es posible que el comandante Pastora aspire a ocupar un sitial entre los héroes de la historia nacional. Podría ocurrir. Entre las estatuas de muchos libertadores y próceres de nuestro continente figuran hombres que fueron pésimos padres y pésimos maridos; hombres que dejaron en el abandono más atroz a muchos de sus propios hijos, que disfrutaban de noches de pasión sin reparar en las consecuencias, y que jugaban con la integridad y futuro de las mujeres que pasaban por sus vidas. Sin embargo eran hombres de armas tomar. No estaban dispuestos a realizar los menores sacrificios por los hijos de sus entrañas, pero estaban dispuestos a morir y matar por la Patria. No podían ser fieles a sus promesas conyugales, ni a ninguna mujer, pero juraban fidelidad eterna a la Patria. Eran esclavos de sus pasiones —sexo, alcohol, y ansias de poder— pero eran fieros en las batallas por la liberación nacional.

Luego las patrias les dedicaban monumentos, los políticos discursos, y los estudiantes ofrendas que adornaban sus tumbas. Los reproches silenciosos de las víctimas de sus desplantes, el dolor de niños y mujeres con vidas rotas y frustradas, quedaban enterrados sin ornato. Ningún periodista los consignaba. Es una de las ironías de la vida: la perversión, sin que nadie lo perciba, del concepto de patriotismo. Rubén Darío lo presintió cuando exclamó: “Cristo va por las calles flaco y enclenque, Barrabás tiene esclavos y charreteras”. Él fue testigo de cómo reciben oprobios quienes merecen honra y cómo reciben honras quienes merecen repudio. A un siglo de distancia, su verso sigue vigente. Auténticos delincuentes ocupan sitiales de honor y liderazgo.

La subversión de los valores se origina frecuentemente en la subversión de los conceptos. Por eso es tan importante entenderlos y enseñarlos bien. El patriotismo comienza por casa y se va extendiendo, como círculos concéntricos, de los entornos más cercanos —amigos, compañeros de trabajo, colegas— a los intermedios —asociaciones, vecindario, comunidad— hasta los más lejanos: política nacional, temas colectivos, causas nacionales. “Es difícil”, decía Pablo Antonio Cuadra, “que se elabore un verdadero patriotismo cuando en el sentido de la Patria falta ese vínculo inicial del hijo con el padre”. Así como no puede amar a Dios a quien no ve, aquél que no ama a su prójimo, a quien sí ve, tampoco puede amar a su Patria que no se ve, aquél que no ama a sus habitantes a quienes sí ve. Menos aún puede amar a sus habitantes, que no le son tan cercanos, quien no ama a los hijos que llevan su sangre.

El abandono paterno es uno de los comportamientos que más dolor y atraso, material y espiritual, causan en nuestro país. Azarías Pallais, tronando decía: “El abandonador es el animal más animal y la bestia más bestia de nuestra fauna, algo así como lo que probablemente querían significar los griegos cuando decían pantera. Quinta esencia de animal que desde cualquier punto de vista que lo examinemos, siempre resulta bestia. El hombre que estando vivo se hace el muerto para que sus hijos no tengan padre teniéndolo, merece no un capítulo sino un libro. ¡Yo quisiera escribirlo! Sería el libro de las amenazas”.

Pero hay un detalle que a veces escapa a las feministas: los preñadores no harían su siembra al voleo si no fuese por la cooperación obsequiosa e igualmente irresponsable de tantas mujeres. Una patria nueva no puede construirse con preñadores y paridoras —de sementales y vacas está llena la ganadería— sino con padres y madres responsables unidos en relación estable y fiel.










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