Hans Christian Andersen y el caño invisible del rey - TicoVisión
Escrito en 26/12/10 a 18:25:31 GMT-06:00 Por Administrador
Opinión-Análisis
Hans Christian Andersen y el caño invisible del rey
TicoVisión



26 de Diciembre de 2010
TicoVisión
Por Luis Gutiérrez C.
Ingeniero civil nicaragüense








A mediados del siglo pasado los mapas se elaboraban sin auxilio de computadoras. Sin embargo, los principios y recursos que se usaban entonces eran básicamente los mismos que se usan ahora, excepto que en las versiones mecánicas o manuales equivalentes a las actuales versiones electrónicas.

Hoy como antes, el proceso comienza cuando los ingenieros establecen, con gran precisión sobre el terreno, un entramado de líneas que luego se usa como esqueleto para construir el mapa. Después, un avión toma fotografías a gran altura sobre el terreno en el que se trazaron esas líneas. En aquella época, un equipo de técnicos dibujaba el entramado de líneas; proyectaba las fotografías aéreas sobre ese dibujo y, usando equipo especializado, ajustaba la proyección de las imágenes para que los puntos de las fotografías coincidieran exactamente con los puntos correspondientes del entramado. Finalmente, transferían los detalles de la imagen fotográfica a sus hojas de trabajo. Actualmente, el equivalente a ese procesamiento de imágenes, puede realizarse electrónicamente en las entrañas de una computadora.

La imagen fotográfica generalmente no proporciona toda la información que se requiere vertir al mapa.  Por eso, siempre es necesario ir al campo a completar la información que falta y verificar que la interpretación que se hace de las imágenes es la correcta. Cuando esa verificación no es exhaustiva, puede aparecer en el mapa una nota explicando el hecho.

Para completar el proceso, (regresando a la descripción de la vieja época) un equipo de dibujantes muy minuciosos, hacía filigranas para estampar, a mano, el dibujo final en láminas de material especial que en esos tiempos se usaban para el proceso de fotograbado, con que se imprimían los mapas.  Hoy como ayer, el jefe de esos dibujantes tiene el deber de hacer cumplir estrictamente los estándares de nitidez y de formato exigidos por normas internacionales que regulan la elaboración de mapas. Esto incluye; la correcta selección de nombres geográficos (Laguna de Harbor Head o Laguna Los Portillos?), del formato de textos; de las convenciones de símbolos y leyendas estándares usados en cartografía, y una infinidad de detalles adicionales.

Nada se improvisa en la elaboración de mapas, nada se inventa, todo se ejecuta minuciosamente conforme a rígidos estándares pre-establecidos. Cada mapa se elabora con su propio juego de fotografías aéreas actualizadas. El esfuerzo es demasiado costoso para echarlo a perder con una base de fotografías obsoletas o datos ficticios.

Cuando apareció en televisión un experto explicándonos que los errores de la frontera sur, recientemente descubiertos; se habían perpetuado hasta nuestros días en el mapa oficial de 1965, desde cuando Alexander hizo sus croquis en 1897, sus aseveraciones entraron en conflicto frontal con la realidad de los procedimientos modernos de elaboración de mapas, y la imagen del experto comenzó a resquebrajarse.  Cuando a continuación, el experto aclaró que esos eran errores tolerados y repetidos descuidadamente, sin revisión alguna, cada vez que actualizabamos un mapa; la credibilidad de ese experto, y la de todos los otros expertos que le han hecho coro, terminó evaporándose, como gota de agua caída en un sartén caliente.

Si alguna partícula sólida había quedado de esa credibilidad, ésta finalmente se pulverizó al descubrirse que en la edición de El Nuevo Diario del primero de marzo del 2006, altos funcionarios de Ineter habían documentado su mapa de 1965 (desaparecido de la Internet), presentando una fotografía aérea en la que, calzando nítidamente, habían superpuesto la frontera que ellos habían calculado usando los datos de Alexander.

Así, hemos podido ver cómo se materializaba, con asombrosa fidelidad, el cuento de hadas de Hans Christian Andersen, con todos sus elementos, incluyendo la moraleja.

En ese escenario aparecen: el sastre charlatán, que inventa el traje (o caño) invisible; el traje invisible, o su equivalente hidráulico; el rey, que se pone el traje; los expertos cortesanos, que son los únicos que pueden ver el caño invisible; el pueblo crédulo, que patrióticamente admira el traje invisible del rey; y hasta la corte, que aunque no sea una corte de cuentos de hadas en Dinamarca, es una corte al fin de cuentas real, verdadera, que existe en Holanda.

Como en el cuento, el rey está destinado a terminar nuevamente desnudo ante su pueblo y ante la corte…de La Haya.










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