Discurso del secretario adjunto Valenzuela en la Institución Brookings - TicoVisión
Escrito en 07/01/11 a 14:31:32 GMT-06:00 Por Administrador
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Discurso del secretario adjunto Valenzuela en la Institución Brookings
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Relaciones entre EE.UU. y América Latina: Una mirada al futuro


07 de Enero de 2011
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Fuente:Dep. de Estado
Estados Unidos




Discurso del secretario adjunto Valenzuela en la Institución Brookings


Introducción

Quiero comenzar agradeciendo a la Institución Brookings por esta invitación. Estoy muy agradecido por la magnífica labor que han hecho Mauricio, Ted, Carol Graham, Diana Negroponte y los demás catedráticos de Brookings que se enfocan en América Latina. Es un placer especial el ver a mi buen amigo Abe Lowenthal, decano del extraordinario grupo de académicos que inició el campo de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina. Abe no sólo ha contribuido a nuestra comprensión de este campo de conocimiento, sino que ha creado también instituciones que vinculan a nuestro continente.

Secretario adjunto Valenzuela en la Institución Brookings de la Embajada de los Estados Unidos en Uruguay

Considero que el nuevo libro Shifting the Balance: Obama and the Americas (Modificando el equilibrio: Obama y las Américas) es una contribución valiosa para comprender cómo ha cambiado la política de Estados Unidos bajo el actual gobierno. Brookings reunió a un perspicaz grupo de autores que examinan de qué manera la administración Obama está trazando un nuevo rumbo en su política hacia América Latina, así como los riesgos y oportunidades que hemos enfrentado en los dos últimos años. El análisis de muchas de nuestras principales relaciones bilaterales –incluyendo a México, Brasil, Colombia, Venezuela, Bolivia y Haití– nos hace reflexionar. Lo único que diré sobre el capítulo de Dan Erikson sobre Cuba es que decidimos finalmente que la mejor forma de lograr que dejara de escribir estas cosas era contratarlo.

Desde su inicio, la administración Obama ha trabajado con mucho empeño para cambiar el equilibrio de la relación entre Estados Unidos y América Latina en una dirección positiva y constructiva, y estamos seguros de que nuestra estrategia está dando resultado. Veo aquí hoy a muchos que, como yo, han pasado la mayor parte de sus carreras estudiando las Américas o la política estadounidense en la región. Para nosotros en particular este es un momento fascinante. Eso se debe a que estamos viendo la convergencia de dos poderosas tendencias positivas: la consolidación de las democracias de mercado que han avanzado mucho para satisfacer las necesidades de sus pueblos, y en segundo lugar, la creciente integración mundial de América Latina. Estas tendencias están reestructurando de modo fundamental nuestro diálogo entre nosotros.

En efecto, los desafíos regionales más importantes que afrontamos, entre ellos la desigualdad, la impunidad del poder, la carencia de derechos, las instituciones ineficaces y la falta de oportunidades, disminuyen en la mayoría de los países del continente americano. Los países del hemisferio están concretando su participación en los nuevos desafíos mundiales, como la seguridad alimentaria, el cambio climático, la delincuencia transnacional y la competitividad económica. Lo que es aún más importante, se están dando cuenta de su capacidad para actuar, a nivel mundial, para afrontar estos asuntos. De modo que hay toda una serie de incentivos nuevos para que las sociedades democráticas se ajusten a las políticas nacionales, busquen mayor integración regional y se sumen a las nuevas redes de alianzas en todo el mundo con la finalidad de ponerse a la altura de los desafíos actuales.

Por consiguiente, cualquier debate sobre la política de Estados Unidos en las Américas ha de comenzar reconociendo que el mundo ha cambiado. Cada vez es más difícil extrapolar del pasado para prever lo que está por suceder o para fomentar nuestros intereses en función de modos tradicionales de hacer las cosas.

Estas consideraciones constituyen el núcleo de la Revisión Cuatrienal de Diplomacia y Desarrollo, conocida también como QDDR, que el Departamento de Estado dio a conocer en fechas recientes. La secretaria Clinton inició este novedoso proceso para mejorar nuestra capacidad de liderar por medio del poder civil. Como recalcó [la Secretaria], el fomento de los intereses y valores de Estados Unidos en el siglo XXI nos exigirá dirigir a otros países para poder resolver los problemas compartidos. Por tanto, debemos aumentar nuestra confianza en nuestros diplomáticos y expertos en desarrollo como primera impresión del poder estadounidense.

En 2011, los conceptos sobre los que se sustenta el QDDR guiarán también nuestra estrategia de “participación dinámica”, que pretende impulsar los intereses de Estados Unidos en colaboración con toda América Latina, y a la vez reconoce la importancia de adecuarse a diversas necesidades e intereses. La administración Obama ha centrado nuestras actividades en cuatro prioridades principales, indispensables para personas en todos los países, a saber: promover las oportunidades sociales y económicas para todos, afianzar un futuro de energía limpia, garantizar la protección y seguridad de todos los ciudadanos y crear instituciones eficaces de gobernabilidad democrática. Pretendemos alcanzar todo esto a la vez que aprovechamos y fortalecemos las instituciones multilaterales y regionales, en especial la Organización de los Estados Americanos.

Nuestras prioridades se basan en la premisa de que Estados Unidos tiene un interés vital en contribuir al desarrollo de países estables, prósperos y democráticos en este hemisferio que puedan desempeñar una función fundamental en el desarrollo de un sistema internacional normativo que sea capaz de resolver los desafíos mundiales actuales. Alcanzar ese objetivo ha supuesto una modificación importante de la manera en que se gestiona la política exterior estadounidense. Como han dicho en anteriores ocasiones el presidente Obama y la secretaria Clinton, la política ha de gestionarse sobre la base del respeto mutuo y la responsabilidad compartida por medio del diálogo y la participación. Estados Unidos debe ser un socio más eficaz y decidido en ayudar a los países de las Américas a concretar su propio camino según lo determinen sus propios pueblos. Con esto en mente, hemos desarrollado plataformas de colaboración como los Caminos hacia la Prosperidad y la Alianza de Energía y Clima de las Américas, que invitan a los gobiernos socios a sumarse a nosotros para abordar los elementos principales de la agenda hemisférica. Asimismo, también participamos en actividades diplomáticas dirigidas a apoyar la inclusión racial y étnica en el hemisferio y esperamos con entusiasmo aumentar estas actividades en 2011, que las Naciones Unidas ha nombrado el Año Internacional de los Afrodescendientes.

Hoy día seguimos siendo muy optimistas sobre la condición del hemisferio. De hecho, el Hemisferio Occidental vive actualmente un periodo de estabilidad económica y política que dista mucho de los problemas del pasado. No sólo la región eludió los peores efectos de la crisis financiera, sino que se proyecta que los índices actuales de crecimiento excedan cinco por ciento este año. Desde el punto de vista político, recibimos con agrado la disminución de tensiones entre Colombia y sus vecinos y destacamos la ininterrumpida transferencia de poder que tuvo lugar en muchos países de las Américas.

Por otra parte, la nueva estrategia de diálogo de la administración Obama ha contribuido a un cambio en la opinión pública latinoamericana. En la encuesta de 2010 realizada por la entidad de estudios de opinión pública Latinobarómetro, las dos terceras partes de la población en la mayoría de los países tenían opiniones favorables sobre Estados Unidos, lo cual representa un aumento de 10 a 20 puntos comparado con los niveles de 2008. Además, la gran mayoría considera que la función de Estados Unidos en América Latina es positiva. Esto indica que la estrategia de la administración Obama ha desencadenado un importante reabastecimiento del poder blando de Estados Unidos en América Latina, revirtiendo así la peligrosa reducción de la buena voluntad hacia Estados Unidos que se produjo en la década anterior. De hecho, la reacción de la región ante el reciente incidente de los cables de Wikileaks, lejos de interrumpir nuestras relaciones regionales destacó en realidad su renovada fortaleza. Si bien Estados Unidos lamenta profundamente la divulgación de cualquier información confidencial, nos sentimos alentados por el apoyo y la comprensión que nos han ofrecido la mayoría de nuestros socios en la región.

Asimismo, reconocemos la función principal que desempeña la integración económica en nuestras relaciones hemisféricas. En 2009, el comercio total de productos estadounidenses entre Estados Unidos y América Latina y el Caribe alcanzó los 524.000 millones de dólares y más de 40 por ciento de las exportaciones de la región se dirigieron hacia Estados Unidos, lo que nos convierte en el destino de exportación más importante de la región, así como la fuente más grande de inversión directa extranjera. Y el Hemisferio Occidental, incluyendo a Canadá, absorbe 42 por ciento de las exportaciones estadounidenses. Cerca de 84 por ciento de nuestro comercio total con la región tiene lugar con nuestros socios de los acuerdos de libre comercio (ALC), y la mitad de nuestras importaciones de energía proviene del Hemisferio Occidental.

 América Latina será un objetivo clave de la Iniciativa Nacional de Exportación del presidente, conocida como NEI. Como parte de su estrategia para restaurar el crecimiento económico de Estados Unidos, el presidente Obama ha propuesto duplicar las exportaciones de Estados Unidos en un plazo de cinco años, lo cual es un objetivo ambicioso. El acuerdo del mes pasado con Corea del Sur allana el camino para que el Congreso apruebe un ALC estancado por tanto tiempo con un aliado asiático crucial, y puede que genere la oportunidad de avanzar en nuestros otro dos ALC pendientes con Colombia y Panamá. Estos acuerdos de comercio respaldarán el empleo en Estados Unidos y aumentarán el espíritu competitivo de Estados Unidos e instamos la atención rápida del Congreso a estos ALC cuando llegue el momento oportuno.

Por supuesto, los 33 países de América Latina y el Caribe, así como Canadá, tienen todos atributos extraordinarios que presentan distintas oportunidades para la política de Estados Unidos. Para darles mayor contexto, permítanme que examine brevemente el estado de nuestras relaciones en el hemisferio y enumere nuestras prioridades para 2011.

En América del Sur, Estados Unidos ha forjado alianzas especialmente estrechas con Brasil, con Colombia, con Perú y con Chile. Nuestras relaciones con estos países nunca han sido tan extensas con dimensiones tanto regionales como mundiales. El viaje reciente de la secretaria Clinton a Brasilia para asistir la toma de posesión de la presidenta Dilma Rousseff pone de relieve nuestro deseo de entablar una relación más profunda con Brasil para abordar cuestiones tales como facilitar la recuperación económica mundial y combatir el cambio climático. Esperamos establecer una estrecha relación de trabajo con la presidenta Rousseff y su gobierno. Tenemos también un nuevo tono en nuestro diálogo y participación con Uruguay y Paraguay.

La administración también ha participado activamente con los países andinos. El pasado otoño, el presidente Obama se reunió con su contraparte el presidente Juan Manuel Santos de Colombia en las Naciones Unidas en Nueva York, donde anunciaron la creación del Diálogo de Colaboración de Alto Nivel, que fue inaugurado por el vicesecretario Steinberg cuando viajó a Colombia en octubre. Estamos intentando finalizar un nuevo acuerdo marco con Bolivia que refuerce la relación bilateral, y hemos dialogado con Ecuador en una gama de cuestiones bilaterales y regionales importantes. Creemos firmemente que se sirve los intereses de Estados Unidos participar tanto con nuestros amigos y aliados como con países con quienes quizás no estemos de acuerdo. Sin embargo, nuestra relación con Venezuela sigue siendo difícil.

México, América Central y el Caribe

La reciente encuesta de Latinobarómetro confirmó también algo que la administración Obama ha reconocido en nuestra política: Que la preocupación más grande de los ciudadanos del Hemisferio es tener seguridad y combatir el aumento del crimen internacional. Así que hemos incrementado nuestra colaboración con los países para mejorar la seguridad ciudadana, especialmente en México, América Central y el Caribe. Sin una seguridad básica para todos, los países no pueden concretar su pleno potencial económico y social.

Estados Unidos y México han establecido una colaboración especialmente estrecha en los últimos dos años, en gran parte mediante nuestras actividades de cooperación con organismos de aplicación de la ley para desmantelar los grupos trasnacionales del crimen organizado. El Congreso ha asignado 1.500 millones de dólares para apoyar los programas de ayuda de la Iniciativa Mérida. Para finales de 2010 el gobierno de Estados Unidos entregó ocho helicópteros y otros equipos valorados en millones de dólares, y entrenó a más de 6.700 policías federales así como a más de 3.000 fiscales y autoridades judiciales. Hemos cambiado el enfoque de Mérida de suministrar equipo de alto valor a proporcionar más capacitación y ayuda técnica. También colaboramos con México en la institucionalización de las reformas del poder jurídico con la finalidad de respaldar el estado de derecho y el respeto a los derechos humanos, y establecer una base institucional más fuerte para combatir el comercio de la droga. Además, Estados Unidos ha aumentado su actividad interna de aplicación de la ley dirigida a desmantelar las redes mexicanas que suministran los narcóticos en nuestro país y el contrabando de ingresos y armas ilícitos a México. Aunque hay desafíos por delante, estamos seguros de que este es el enfoque correcto que sentará las bases para lograr resultados sostenibles a largo plazo.

Hemos aprendido, no obstante, que un enfoque exitoso de los desafíos de seguridad debe abarcar toda la región. Por ese motivo, Estados Unidos también intenta aumentar la seguridad ciudadana mediante la Iniciativa de Seguridad Regional de América Central y la Cuenca del Caribe para desbaratar el poder, la violencia y la impunidad de las organizaciones y pandillas criminales de la droga en la región y fortalecer las instituciones de aplicación de la ley y el poder judicial. Sin embargo, nuestro apoyo a América Central y el Caribe no se limita solamente a asuntos de seguridad. En El Salvador y en Honduras, la Corporación del Desafío del Milenio del gobierno de Estados Unidos ha invertido casi 700 millones de dólares en años recientes para modernizar granjas y construir o mejorar cientos de kilómetros de carreteras. Mediante el Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del SIDA (PEPFAR), Estados Unidos trabaja con 15 países del Caribe para tratar y prevenir la exposición al VIH, proporcionar atención y tratamiento médico y eliminar el estigma y la discriminación que perpetúan la enfermedad.

Desde que asumió el cargo, el presidente Obama ha dejado bien sentado su compromiso a apoyar el deseo del pueblo cubano de determinar libremente su propio futuro. Durante los dos primeros años de la administración Obama, hemos empezado a lograr progresos en la visión que el Presidente ha trazado, lo que incluye tomar medidas para aumentar el contacto entre familias separadas y promover la libre circulación de la información a/desde Cuba y dentro de ese país. Además, hemos dialogado con las autoridades cubanas en lo que respecta a asuntos bilaterales claves como la inmigración y el servicio de correo directo.

Continuamos ayudando también al pueblo haitiano a reconstruir después del terrible terremoto que afectó a su país hace un año. Como recalcó el presidente Obama poco después del terremoto, el compromiso de Estados Unidos con Haití se mantendrá. Estamos orgullosos del papel que ha desempeñado Estados Unidos en la cooperación bilateral y multilateral sin precedentes en apoyo de Haití. Ha habido progreso, y si bien no ha sido constante ha profundizado la resolución y el compromiso con Haití de la comunidad internacional, inclusive Estados Unidos.

Desafíos democráticos

Reconocemos que nuestros objetivos dirigidos a facilitar la prosperidad regional, la seguridad ciudadana y un futuro de energía limpia exigirán la creación de instituciones más fuertes de gobierno democrático que respeten los derechos civiles y humanos fundamentales. Sin embargo, en la colaboración con nuestros socios para fortalecer las instituciones democráticas en las Américas somos conscientes de las constantes debilidades en los procedimientos y prácticas democráticos y las amenazas a su consolidación.

Como colectivo debemos ser claros y proactivos a la hora de abordar los riesgos a nuestra agenda común, que incluyen los intentos de ampliar el gobierno mayoritario o populista a costa de los derechos fundamentales de las minorías y el gobierno democrático basado en el diálogo y el consenso dentro del estado de derecho. Y si bien felicitamos a los líderes populares que han optado por abandonar el cargo de conformidad con las instituciones de gobierno democrático, en vez de promover los cambios constitucionales para permanecer en el poder, lamentamos que la tendencia opuesta se haya arraigado en varios países.

Los acontecimientos recientes en Venezuela plantean serias cuestiones en ese aspecto. Entre otras medidas, lo que es especialmente inquietante es la reciente delegación de la autoridad legislativa al ejecutivo que amplió los períodos en el cargo de la Asamblea Nacional saliente. Esto es claramente una medida antidemocrática que viola la doctrina de la separación de poderes en contravención de la Carta Democrática Interamericana.

Señalamos también que el golpe de Estado que se produjo en Honduras en junio 2009 marcó un revés atroz al gobierno democrático en la región. Sin embargo, nos complace que durante 2010 Honduras lograse progresar de manera significativa en lo que respecta a fortalecer el gobierno, promover la reconciliación nacional y restaurar las relaciones diplomáticas con muchos países del hemisferio. En nuestra opinión, el presidente Lobo ha preparado las bases para la normalización del orden constitucional y el restablecimiento de Honduras en la Organización de los Estados Americanos.

Aun cuando nuestra agenda sigue siendo manifiestamente inclusiva y busca puntos de convergencia aun en los casos difíciles, seguimos constantes en nuestro compromiso con los principios fundamentales y el reconocimiento de valores claves como los derechos humanos y laborales, la libertad de prensa y la importancia de las instituciones democráticas fuertes.

En conclusión, estamos forjando una visión para la política de Estados Unidos que es respetuosa, sensible y realista. Nuestra adopción común de un nivel de colaboración cualitativamente nuevo tiene el vasto potencial de ayudarnos a prosperar en nuestra diversidad y libertad.

Les agradezco por su atención.






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