El indio que llevamos dentro los nicaragüenses - TicoVisión
Escrito en 28/05/11 a 23:01:53 GMT-06:00 Por Administrador
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Los Chorotegas eran dueños o se habían adueñado —posiblemente desde el siglo IX— de casi todo el territorio del Pacífico de Nicaragua.

El indio que llevamos dentro los nicaragüenses - TicoVisión


28 de mayo de 2011 | TicoVisión | Redacción - | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento



El indio que llevamos dentro los nicaragüenses



Por Pablo Antonio Cuadra

Pablo Antonio Cuadra Cardenal (Managua, Nicaragua; 4 de noviembre de 1912 - 2 de enero de 2002) fue un poeta, ensayista, crítico de arte y de literatura, dramaturgo, artista gráfico e ideólogo nicaragüense.
Ninguna de las dos culturas superiores que encontraron en Nicaragua los españoles eran naturales de esta tierra. Sin embargo, la cultura Chorotega (de lengua mangue) era mucho más antigua de estar sentada en nuestro territorio que los Nahuas o Nicaraguas, gente “venediza”, como dice el cronista Oviedo.
 
Los Chorotegas eran gente valerosa, grandes artífices —su cerámica es de las más variadas y bellas de América—, gustaban de la vida familiar, amorosos con sus mujeres, tanto que Oviedo escribe que eran “muy mandados e subjetos a la voluntad e querer de sus mujeres". En cambio, los Nicaraguas de lengua nahua, según el mismo cronista "son muy crudos a natura, e sin misericordia e de ninguna piedad usan... E son muy señores de sus mujeres (eran machistas) e las mandan e tienen subjetas".

Los Chorotegas eran civiles. Los Nahuas, militaristas.
 
Los Chorotegas eran dueños o se habían adueñado —posiblemente desde el siglo IX— de casi todo el territorio del Pacífico de Nicaragua. Varios siglos después los Nahuas, precedidos por su fama de guerreros, bajaron del norte buscando territorio. Los Chorotegas, para no exponer a sus pueblos y sus tierras, salieron a encontrarlos, les dieron batalla y derrotaron a sus invasores. Pero los Nahuas (Toltecas de mente sutil) viendo que no podían vencer con el valor y la fuerza, tramaron un ardid.
 
Fingieron que querían la paz, y les rogaron a los Chorotegas que los dejaran pasar hacia el sur desarmados y, alegando que habían perdido muchos hombres en la

derrota, suplicaron implorantes que les facilitaron cargadores o “tamenes” para aligerar el viaje.
 
Los Chorotegas, felices de salir diplomáticamente de aquella amenaza, les facilitaron todo lo que pedían, inclusive los “tamenes” que solían ser los más robustos y forzudos jóvenes de cada tribu. Entonces los Nahuas en la primera noche del viaje, asesinaron en la sombra a todos los cargadores y tras esa tremenda sangría y armándose, cayeron sobre los confiados Chorotegas, derrotándolos y apoderándose de las dos mejores zonas cacaoteras de nuestro país: la de Chinandega y la de Rivas.

Así comenzó el dominio de los Nahuas. Su dios era Mixcoa, que ellos convirtieron en dios del comercio (dios muy agresivo en todos los tiempos) y su objetivo, al apoderarse de tales tierras, era acaparar los árboles de cacao, cuyas almendras servían de monedas. El cacao —dólar vegetal— sirvió, pues, de pretexto para un primer boceto de imperialismo militarista en nuestra tierra. Sin embargo, la cultura Chorotega, cultura de recia originalidad y poder creador, a pesar del predominio militar, económico y lingüístico de los Nahuas, mantiene su personalidad y los aventaja en arte como un anticipo del genio de Darío, el nieto que proclamará su sangre “chorotega o nagrandana” en sus “Prosas Profanas”.
 
Pero, donde mantiene mayor vigencia sobre nuestra historia mestiza el legado de nuestras dos culturas indígenas madres, es en su opuesta concepción del gobierno, de la autoridad y de la sociedad.
 
Los Chorotegas —dice el Cronista— “no se gobernaban por cacique o señor único, sino a manera de comunidades (o senados) por cierto número de viejos escogidos por votos”. En cambio los Nahuas se gobernaban por Caciques con mando único y dictatorial.
 
Cuenta Oviedo que los españoles para entenderse con los indios, preferían hacerlo con una sola cabeza y no con muchas y les “quebraron” (a los Chorotegas) “esa buena costumbre”, es decir, los obligaron a abandonar su forma de gobierno democrático y los hicieron gobernase por Caciques. Yo le cité una vez, en una agitada conversación, a un Embajador yanqui este párrafo de Oviedo, para que se diera cuenta que es muy vieja la tendencia de las potencias a preferir entenderse con los dictadores que con las democracias y que, a veces, hasta las mismas democracias caen en esas preferencias... pero me parece que no quiso darse por entendido.
 
El gobierno de los Chorotegas, repito, era representativo: un senado compuesto por “hombres principales e señores de las diversas plazas (o pueblos) que eran electos e concurrían en una voluntad y estado juntos”. Los Nahuas se gobernaban por un Cacique autócrata. Y de la misma manera eran diferentes en la estructura y organización de sus ejércitos. El Cacique nahua nombraba (asesorado por su monexico o consejo de Estado) un Capitán general. En cambio los Chorotegas elegían, “un capitán para las cosas de la guerra (que no tenía autoridad absoluta sino un voto dentro del Senado) y quando moría o le mataban en alguna batalla, elegían otro e a veces ellos mismos le mataban, si, lo hallaban que era desconveniente a su república”. Esta última frase del Cronista indica hasta dónde eran de exigentes y de vigilantes los Chorotegas en su civilismo democrático.
 
La llegada del militarismo nahua significó un retroceso en nuestra historia indígena. Introdujeron la crueldad, los sacrificios humanos y el caciquismo. Eran valientes guerreros —¿quién lo duda?— pero sin piedad ni humanismo y, a la hora de defender la “nacionalidad” (o la independencia de la tribu) fácilmente se entendieron y pactaron con el conquistador español. Los Chorotegas fueron también heroicos y valientes y representaron por más tiempo y con más garbo la resistencia no sólo guerrera sino cultural del indio frente al conquistador. Hay todo un linaje de gallarda soberanía desde Diriangén a Sandino, chorotega de Niquinohomo. También el folclore que conserva con más fuerza su sello indio es el que nos heredaron los Chorotegas.
 
Así, pues, en la formación del nicaragüense, quedaron las raíces de esas dos primitivas y ancestrales concepciones del Estado y del poder. Los Nicaraguas nos legaron la tendencia al caciquismo, a la dictadura y a formar ejércitos depredadores al servicio de un solo hombre, o de un clan (o de un partido, o de una ideología diríamos ahora).
 
Los Chorotegas nos heredaron una concepción más civilizada del Estado y de la sociedad y una idea del ejército sobria y despectiva que sólo Costa Rica (también Chorotega) ha sabido llevarla a nuestra modernidad. Son muchos los momentos en que el nicaragüense ha luchado porque “Nicaragua vuelva a ser República” (ideal por el que dio su sangre Pedro Joaquín Chamorro) y algunas veces, no sin graves imperfecciones, lo ha conseguido, pero siempre el obstáculo ha saltado en forma de caudillo o cacique, o de clan partidario, o de militarismo. ¡Los Nahuas hacen su regreso cada vez que regresan los generales!
 
Un revolución profunda (hasta las raíces) y verdaderamente nicaragüense, debería llevarnos a una inteligente escogencia de lo mejor de nuestras herencias. Bien vengan las muchas virtudes de los Nicaraguas (más empresarios, abiertos, cosmopolitas y prospectivos que los Chorotegas), pero en lo referente al sistema de gobierno nuestra civilización es acoger el legado Chorotega, que es el de Bolívar y el de la mejor tradición de América. Sandino lo confirma: “Una patria libre con un pueblo libre”.




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