Toque de queda - TicoVisión
Escrito en 27/07/11 a 08:14:29 GMT-06:00 Por Administrador
Noticias Costa Rica
Excelente narrativa de la Periodista Mendoza sobre la problemática ‘pandillera’ versus ‘modus vivendi’ de los inocentes. Que triste es sentirte inseguro en tu país, en tu barrio, en tu propia casa.

Toque de queda (Excelente relato sobre una sociedad) - TicoVisión


27 de Julio de 2011 | TicoVisión | Redacción - | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento



Toque de queda (Excelente relato sobre una sociedad)


Por Tammy Zoad Mendoza
Periodista


Tammy Zoad Mendoza,
Periodista nicaragüense
Eran las siete de la noche y mi calle estaba llena. Movimiento, gritos y vida. Es normal pasear por los andenes hasta tarde, siendo una niña en bicicleta se dan las ocho y no hay por qué temer, el peligro aún no se asomaba por la esquina.


Quizá fue hace poco más de diez años que yo empecé a oír de pandillas en mi barrio. Esos hombres mal encarados, flacos y mechudos que muestran en su torso desnudo nombres, calaveras y cruces tatuadas en negro. Una especie de fantasmas que aparecen de vez en cuando por las madrugadas corriendo por las calles con el motor del alcohol o acelerados con una que otra hierba. Son malos “pero no le hacen mal a nadie”, “se matan entre ellos mismos”. Unos cuantos que llegan con piedras, garrotes y machetes. Luego de una batalla campal durante la madrugada “los vagos” se van.


Hablar de pandillas en ese entonces era un escándalo en mi barrio. Todo un suceso para una comunidad de cuatro sectores en la que casi todos se conocen. Al día siguiente, y si el enfrentamiento había sido fuerte, amanecía la calle llena de piedras, vidrios, pedazos de ropa y manchas de sangre. Imagine que la batalla de San Jacinto se hubiera desatado en plena Américas 3.

Pero la vida seguía igual. Un barrio agitado lleno de la gente que bombea las arterias del mercado Iván Montenegro. Los niños jugando en las calles, familias conversando en las aceras, los novios en sus visitas nocturnas. Pero los tiempos cambian... y las pandillas también.
Son las siete de la noche y mi calle está vacía. Hoy, como el resto de los últimos años, caída la noche se respeta un contrato no firmado. Calabaza, calabaza, cada quien para su casa. Y no es un juego, a menos que se juegue con la vida misma.

No importa si la telenovela no es tan buena o la programación de esta noche está fatal, si hay un buen clima para refrescarse en el porche de su casa o si tiene que ir a la venta a comprar el pan o los frijoles de la cena. Lo mejor es quedarse en casa porque “los chavalos andan alborotados”.

Quienes hasta hace poco eran los niños del barrio, ahora se toman las calles. Caminan en grupos bien vestiditos y con actitud de matones. Se sienten blindados por sus armas blancas y las hechizas, pistolas artesanales de todo tipo y calibre. Andan en bicicletas para alcanzar más rápido a su presa.

Por la noche, un par de disparos rompen el silencio que hasta hace poco se paseaba con el viento. Ahora hay aires de muerte. En algunas ocasiones la zozobra se respira desde las seis, cuando empiezan los rumores de que “la noche va a estar movida”.

La calma se va y vuelve después de que se oyen carreras de un lado a otro, disparos por aquí y por allá, un par de gritos e “hijueputazos”. Pueden ser unos minutos o pueden ser episodios que duren hasta la madrugada.

—¿Qué pasó mamá— pregunta mi niña.

—Nada mi amor— le contesto y la beso. —Pero cuando usted escuche que vienen los pandilleros corra al cuarto de su abuelita. Se acuesta en la cama, se cobija y se queda quietecita viendo los muñecos.

Ahí estoy, diciéndole a mi hija que no se preocupe cuando yo estoy aterrada. Pero la vida sigue, no igual que antes, pero tiene que seguir.

En Managua son cada vez más los puntos rojos de la delincuencia a la que no le basta robar o no le importa matar. Sé de historias cercanas de asesinatos por asaltos, por pasadas de cuentas o por “accidentes”. Se escuchan nombres y apellidos de delincuentes, muchos de ellos como aquellos niños que jugaban hace más diez años en el parque y correteaban por los andenes del barrio.

¿Será que es necesario entrar en la lista de puntos rojos de Managua para que la policía haga algo?

Con esta ola de violencia, de inseguridad ciudadana y de más jóvenes de la edad de mis hermanos menores, que se arman con lo que encuentren para tomarse las calles de sus barrios
—como en las Américas 3—, habrán decenas de barrios en Managua en los que la delincuencia caída la noche, o en plena luz del día, con un disparo al aire dicte el toque de queda y mate a alguien con una bala perdida.

Que triste es sentirte inseguro en tu país, en tu barrio, en tu propia casa.

Y bueno, debo terminar de escribir pronto, para que no me agarre la tarde... o las pandillas.




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