La Mentira - TicoVisión
Escrito en 18/06/10 a 11:15:49 GMT-06:00 Por Administrador
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18 de Junio de 2010
TicoVisión
Por Claudia A. Bermúdez Borja
Psicoterapeuta

Redacción.-Los expertos coinciden en que mentir es algo innato en el ser humano. Sin embargo, dicha tendencia se convierte en problema cuando una persona falsea la realidad de manera recurrente a tal grado que llega a creer sus propias mentiras.

La psicoterapeuta Claudia Bermúdez aclara que los especialistas clasifican al mentiroso según el motivo que lo lleva a actuar de dicha manera. Hay quienes lo hacen para defenderse de una agresión, pero también hay personas que mienten cuando no existe un motivo aparente.

“Se cree que la persona adicta a mentir encuentra en la falsedad y en la exageración una vía de escape a sus dificultades sin llegar al delirio”.
 
Los mitómanos no pueden detener el impulso a mentir

Aquellas personas que suelen desfigurar la realidad de lo que dicen reciben el calificativo de “mitómanos”. Sobre ellos, Claudia expresa que “a pesar de ser conscientes de sus actos y de sus engaños, no pueden detener el impulso por deformar la realidad puesto que su objetivo es hacerse más atractivos o de suplir carencias en distintas áreas de su vida”.

La tendencia a mentir provoca que con el paso del tiempo, estas personas sufran de aislamiento porque llegan a perder la confianza de los demás. “Hablar con la verdad es una cualidad muy valorada en las relaciones afectivas, ya que permite tener seguridad, confianza y constancia al compartir ideas, emociones, objetivos y recursos”.

El diagnóstico, a partir de los 18 años

Claudia refiere que en medios hostiles, la mentira puede ser una forma de supervivencia. Pero los mitómanos no mienten para sobrevivir sino “que es una condición de su existencia, su vida está estructurada en torno a la mentira”.

La mitomanía no se define propiamente como un padecimiento, “sino que puede formar parte de otros trastornos, como los de personalidad, donde se dificulta la interacción social y se presentan problemas de adaptación a la realidad”.

Aunque es posible observar niños y adolescentes con tendencia a decir mentiras, sólo se puede establecer el diagnóstico de mitomanía a partir de los 18 años.

No confundir fantasía con mitomanía

En la niñez, la fantasía es un elemento necesario que forma parte de la creación de la personalidad. De ahí que el niño juegue a ser superhéroe, el ídolo musical, a la escuelita o a disfrazarse de distintos personajes, pero aprende a obtener sentido de realidad y con el tiempo, logra la madurez, nos dice Claudia.

También hay que tener presente que cuando se consolida la madurez, la fantasía no se desecha por completo. “Por el contrario, se conserva como fuente de creatividad  y productividad, sirve para imaginar, planear y resolver problemas. El conflicto del mitómano es su incapacidad de reconocer cualidades o recursos reales, y entonces los inventa, crea una ficción para enfrentar al mundo y reduce así el temor que siente por la realidad”.

Mentiroso patológico o mentiroso común

Al principio, el mitómano pasa por una fase de omnipotencia, en que dice muchas mentiras y piensa que todos le van a creer. Después, llega la etapa de deterioro en la que se presentan constantes contradicciones y ya nadie le cree. Como los demás ya no le hacen caso, no le dan responsabilidades y además le restringen el acceso a objetos o información, se ve acorralado y entonces se relaciona con gente con grados de madurez y evolución muy bajos.

Mentirse a sí mismo, una característica

“La diferencia entre el mentiroso común y el mentiroso patológico reside en la forma y en la persistencia de la mentira. La mitomanía no es episódica sino permanente. Se manifiesta desde la infancia y está caracterizada por una sistemática tendencia a falsear la verdad respecto a los hechos, cosas o personas. El mitómano tiene la característica de llegar a mentirse a sí mismo. A pesar de todo, siempre existe un vestigio de cordura que lo ancla a la realidad”.

Claudia explica que no es fácil descubrir a un mitómano porque está muy habituado a la mentira. “El mentiroso común manifiesta movimientos involuntarios que lo delatan como rascarse la nariz, tocarse la barbilla, pasarse la mano por el cabello o mover las piernas; en cambio, el mitómano los controla y consigue que su mensaje suene real porque estructura su mentira tomando las provisiones necesarias para evitar que su mundo ficticio sea descubierto, lo cual le brinda ausencia de culpa o de remordimiento al expresar sus mentiras. La cantidad de procesos emocionales a los que recurre para mantener la mentira le provoca mucho sufrimiento y requiere de un enorme esfuerzo mental que le genera desgaste y angustia permanentes”.


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