Costa Rica: Algo nos están robando - TicoVisión
Escrito en 27/11/11 a 06:34:17 GMT-06:00 Por Administrador
Opinión-Análisis
En el pulso que sostuvieron dos grandes potencias de ideologías contrapuestas, a partir de la última guerra mundial, el liberalismo doblegó al marxismo...

Costa Rica: Algo nos están robando - TicoVisión


26 de Noviembre de 2011 | TicoVisión | Redacción - | Opinión / Análisis | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento



Algo nos están robando


Por Enrique Obregón Valverde
Abogado - enriqueobregon@yahoo.com


En la balanza social de los países de Occidente, alguien puso en un platillo la ley de los mercados, y en otro la ley de la democracia, pero excluyendo el derecho de los pueblos a escoger. Simplemente se dijo, se notificó, que la primera ley es la que tiene autoridad y que todo lo demás no vale. Se afirma que han desaparecido las ideologías y la política, absorbidas por esa tremenda norma del beneficio sin control.

En el pulso que sostuvieron dos grandes potencias de ideologías contrapuestas, a partir de la última guerra mundial, el liberalismo doblegó al marxismo, y el entusiasmo casi bíblico que nació en Estados Unidos nos invade todavía. Aún podemos apreciar un barquichuelo que lleva en alto su bandera con la siguiente inscripción: el capitalismo salvaje perdurará para siempre.

Pero esto puede ser un triunfo parecido al obtenido por Pirro en la batalla de Ascoli, pues las pérdidas son tantas que no podrán saborear las mieles del triunfo. No ganaron precisamente las democracias, sino esa dimensión fuera de la moral que ahora llaman neoliberalismo, que es, desde luego, una manera de explotar. La victoria no es de la libertad ni de los derechos de los pueblos, sino de los pocos banqueros internacionales, dueños del capital financiero mundial, quienes tienen capacidad para señalar el camino que debemos tomar, obligatoriamente, para que ellos puedan obtener rédito en sus inversiones.
Enrique Obregón Valverde

Nueva opresión. Los pueblos democráticos del mundo en desarrollo están siendo sometidos a una nueva forma de opresión. La caída del imperialismo soviético nos trajo, con la onda de adhesión fervorosa a un liberalismo dirigido, un sofisticado proyecto que allana los caminos para la más amplia libertad empresarial, aun cuando tengan que destruir totalmente las bases de la democracia. Se inventaron un nuevo calendario que tiene solamente el mes de agosto, en nombre del lucro abusivo que se obtiene aprovechando la oportunidad.

En una universidad de Moscú, en cierta ocasión, una doctora en Historia me dijo, totalmente convencida, que Lenin había sido el filósofo más grande que había producido la humanidad. Eso se llama dogmatismo ideológico. El mismo dogmatismo que podemos apreciar ahora en nuestros países, cuando algunos, en nombre del liberalismo, apoyan, sin condición alguna, esa rara democracia que han inventado para sí los grandes inversionistas internacionales. El socialismo clásico, moral, solidario y fraternal, nada tiene que ver con la dictadura feroz creada por Stalin en nombre del marxismo-leninismo que se inventó.

De la misma manera, el liberalismo clásico, moral e ideológicamente aceptable, no puede estar de acuerdo con el capitalismo explotador y atentatorio contra toda clase de libertades populares que impera en la actualidad.

Por mi parte, afirmo ahora: soy socialista democrático y, cuando alguien dice que ya no existe mi ideología, que hay que terminar con el parlamento y los partidos políticos, que los pueblos no tienen derecho a gobernarse según su voluntad ni a pelear por esa herencia espiritual que nos dejó la filosofía griega –que es el derecho simple de pensar, de razonar– creo que algo mío que siempre me perteneció, me lo están robando.

Lo anterior lo escribí hace veinte años. Hoy, dolorosamente, compruebo que aquello que me estaban robando ya me lo robaron.

La base política espiritual de los pueblos de Occidente es la democracia, y esta vive, sobrevive, si estamos dispuestos a defender lo que podemos entender por público, lo que pertenece al pueblo en cuanto a derechos, libertades y bienes. La democracia tiene como sustento la educación, la moral y la cultura, y estos valores (principios o bienes del alma colectiva) se desvanecen arrasados por las privatizaciones, los mercados y las desregularizaciones.

Toda forma de gobernar tiende a dirigir la acción estatal hacia el beneficio de un grupo. La democracia también y, por eso, desde los tiempos griegos, se decía que era el “gobierno con ventaja de los pobres”, en contraposición de la oligarquía que era el “gobierno con ventaja de los ricos”. Esto quiere decir que siempre se gobierna con marcada utilidad para un grupo.

A través de la historia, la libertad, como la opresión, han dejado espacios para el enriquecimiento particular, por lo que el rico no requiere, necesariamente, la ventaja gubernamental. Pero el pobre sí. De aquí nace el concepto democrático del gobierno de las mayorías, de los pobres y para los pobres. El estado democrático tiene por fin la defensa de esas mayorías, o sea, del derecho que tienen a la educación, la salud, el trabajo, la cultura y una vida social en paz.

Dominio del interés particular. Pero, perdidos los principios y objetivos de la democracia, los gobernantes permitieron –sobre todo a partir de la caída del imperio soviético– que el agiotismo internacional, apoyado por los técnicos a su servicio –economistas, de manera sobresaliente– se apropiaran de las funciones naturales de la democracia para ponerlas al servicio de sus interese particulares. Entonces nos encontramos, al cabo de veinticinco años, con un sistema que cambia la forma de gobernar con ventaja para los pobres, por otro que desborda ventaja para los ricos. Es el monstruoso reino de la oligarquía internacional que ha logrado adquirir patente de corso para actuar en total impunidad.

La enseñanza se ha privatizado, la salud lleva el mismo rumbo, los trabajadores desocupados aumentan diariamente, obligados a cambiar el salario por la miseria, y la cultura prácticamente desapareció. En cuanto a la moral, la vemos harapienta, pidiendo por el amor de Dios, en todas las ciudades del mundo, un trozo de pan espiritual para recobrar su esperanza fraternal de vida pacífica y solidaria.

Al final, nos encontramos con un sistema político bajo la autoridad de gentes a quienes solo interesa el dinero y no la justicia; la competencia y no la igualdad; la enseñanza dirigida al enriquecimiento material y lejos del engrandecimiento espiritual; la deshonestidad de pensar solo en el lucro, que ha desplazado hasta la más pequeña motivación moral, resultado, todo esto, de un capitalismo que pretende apartar al hombre libre que diseñaron los filósofos y dirigentes espirituales a través de la historia, para imponer un grado de servidumbre colectiva, apegada al aberrante dogmatismo de la ganancia voraz como objetivo único de las labores humanas.

Es preciso regresar a la idea de la defensa de lo público, de lo que pertenece al pueblo. Regresar a la educación pública, a la pública moral. En este sentido, retornar no es devolverse sino recoger la buena costumbre de aspirar a la sabiduría y al bienestar por el recto sendero de la libertad. Y rechazar airadamente la dictadura económica globalizada que impone un pensamiento único y un grosero e indecente materialismo, propios de gentes que desconocen el birrete de los hombres de bien, pero expertos en todas las artes de la delincuencia mundial.




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