Cuaresma: Jesús es tentado, nosotros vencemos con él - TicoVisión
Escrito en 24/02/12 a 08:23:27 GMT-06:00 Por Administrador
Sociales - Religión
Al final de esos cuarenta días, Jesús sintió hambre y fue tentado por el diablo.

Cuaresma: Jesús es tentado, nosotros vencemos con él - TicoVisión


24 de Febrero del 2012 | TicoVisión | Redacción - Zenit | Sociales / Religión | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento



Cuaresma: Jesús es tentado, nosotros vencemos con él


Por el Obispo Demetrio Fernández

Córdoba, España. - La Cuaresma es tiempo de preparación para la Pascua. Cuarenta días de oración, ayuno y misericordia para poner a punto nuestro espíritu y celebrar la novedad de la pasión, muerte y resurrección del Señor. La Cuaresma nos rejuvenece en el espíritu, coincidiendo con el rebrotar de la primavera, cuando todo vuelve a nacer.

Cuarenta años peregrinó el Pueblo de Dios por el desierto hasta llegar a la tierra prometida, cuarenta días oró Moisés en el monte antes de recibir la Ley de Dios (Dt 9,11). Cuarenta días dedicó Jesús a la oración y al ayuno en el desierto antes de comenzar su ministerio público. “El Espíritu Santo lo llevó al desierto cuarenta días para ser tentado por el diablo” (Lc 4,1).

Al final de esos cuarenta días, Jesús sintió hambre y fue tentado por el diablo. El primer domingo de cuaresma nos presenta a Jesús sometido a la tentación y venciendo a Satanás. “El ha sido probado en todo, igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hb 4,15). Adán sucumbió a la tentación, Jesús el hombre nuevo ha vencido al demonio, saliendo victorioso de la tentación. De esta manera ha anticipado su victoria definitiva en la resurrección.

Las tentaciones de Jesús no se limitan a aquel momento del desierto, sino que afloran continuamente en los evangelios: Pedro le sugiere ir por otro camino a la gloria y Jesús le recrimina: “Apártate de mí, Satanás” (Mc 8,33). La muchedumbre quiere proclamarle rey, porque les ha dado de comer, y Jesús se escabulle de aquel aplauso popular (cf. Jn 6,15). En el momento supremo de

Getsemaní, antes de entregarse a la muerte, Jesús somete su voluntad humana a la voluntad divina del Padre: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22,42). El demonio insistió una y otra vez, pero Jesús venció una y otra vez estas sugerencias hasta la victoria definitiva e irreversible de la resurrección.




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