Los que escribimos sobre turismo, siempre estamos contribuyendo, por lo menos así creemos, al mejoramiento de la infraestructura, de los servicios y hasta de los precios, especialmente cuando los servicios no están de acuerdo con la oferta, pero olvidamos de mencionar al # 1, sin el cual no hay industria, el respetable y abnegado viajante, huésped, comensal, en fin, el que paga la música y hace bailar a la gigantona, llamada turismo.

Hay muchos casos de admirar, de esos que a pesar del manojo de años que cargan y que con dificultad se desplazan y calientan los asientos de los aviones por horas, para llegar al destino de su preferencia. Nada los detiene, ni siquiera las incómodas medidas de seguridad. Los vemos en los aeropuertos, unos con bastones y otros hasta con andariveles, haciendo buen uso de las sillas de ruedas.

Son leales, repiten por años y son los que menos demandan y de esto pueden dar fe, los “Resort”, los Hoteles y hasta los “Bed and Breakfast”.  Creo que ya es tiempo que les hagamos especial reconocimiento y como ejemplo, le relato una tarde emocional que preparó Juan Pasos Lacayo, el hotelero granadino de los detalles, que les mencioné en EL ARCHIVO de la semana pasada.

En mis décadas filadelfianas, conocí a una escritora dedicada a destinos y  gastronomía y, con el andar del tiempo, cultivamos una buena amistad. Cuando conversábamos, siempre me preguntaba sobre mi lar natal, pero por una u otra razón, nos encontrábamos la fecha para coincidir con una visita. Cuando lo lograron por primera vez, ella y su esposo, Bob, Ingeniero y fotógrafo por vocación, se enamoraron de Granada, la Sultana nicaragüense situada a orillas de un inmenso Lago azul, del cual recibe el aire que refresca sus noches tropicales.

En su segundo viaje de los cinco que ha realizado, escribió un articulo en ingles que le llamo LANCHA, LANCHA, LANCHA……pero lo mas interesante es que siempre conversaba sobre Granada con sus colegas escritores y entre los que