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Un nuevo punto de vista sobre el caso Irán-Contra 1985-86 - TicoVisión |
Publicado en 03/07/10 a 07:41:55 GMT-06:00 Por Administrador |
3 de Julio de 2010 TicoVisión Por Robert Parry Periodista Redacción.- El punto de vista convencional del escándalo Irán-Contra es que cubrió el período 1985-86, cuando el presidente Ronald Reagan se preocupó por la suerte de rehenes estadounidenses en el Líbano y aceptó la venta secreta de armas al gobierno islamista de Irán para obtener su ayuda en la liberación de los cautivos. El plan fracasó supuestamente cuando el asistente de la Casa Blanca, Oliver North, y otros participantes se entusiasmaron con la decisión de North de desviar beneficios de las ventas de armas a otra de las prioridades de Reagan, los rebeldes nicaragüenses de la Contra cuya ayuda por la CIA había sido recortada por el Congreso. El escándalo Irán-Contra salió a la luz en el otoño de 1986 después del derribo sobre Nicaragua de un avión de suministro de North y revelaciones en el Líbano de las ventas de armas de Reagan a Irán. Una reestructuración del personal de la Casa Blanca, con el despido de North, y algunos tirones de orejas del Congreso para la supuesta falta de atención por los detalles de Reagan resolvieron el escándalo, por lo menos así lo vio el Washington oficial. Los pocos disidentes que no estaban dispuestos a aceptar esa conveniente conclusión –como el fiscal especial para Irán-Contra Lawrence Walsh– sufrieron las burlas y la marginalización de los medios noticiosos, incluido el Washington Post (que publicó un artículo concluyendo que la consecuencia de Walsh en la investigación del escándalo era “muy anti-Washington” y que al partir sería considerado como un “perdedor”). Pero un número creciente de pruebas sugiere que la percepción tradicional de Irán-Contra era equivocada, y que esa visión convencional del escándalo era cómo comenzar una novela por la mitad y suponer que se está leyendo el primer capítulo. Por cierto, ahora parece evidente que el affaire Irán-Contra comenzó cinco años antes, en 1980, con lo que ha sido tratado a menudo como una controversia aparte, llamada el caso de la Sorpresa de Octubre, que trataba de presuntos contactos entre la campaña presidencial de Reagan e Irán. En vista de la última evidencia –y del derrumbe del ya antiguo encubrimiento de Sorpresa de Octubre– parece haber habido una sola narrativa de Irán-Contra que cubre los 12 años del gobierno de Reagan y de Bush I, y que representa una historia mucho más tenebrosa. Y no fue simplemente una historia de mentiras y traiciones electorales republicanas, sino posiblemente algo más inquietante, una historia de agentes delincuentes de la CIA y de partidarios de la línea dura del Likud de Israel que sabotearon a un presidente de EE.UU. en ejercicio, Jimmy Carter. Además, por el hecho de que Washington no haya llegado a la verdad mayor sobre el affaire Irán-Contra, se establecieron modelos cruciales: los republicanos actuaron agresivamente, los demócratas se condujeron tímidamente y los medios noticiosos nacionales de EE.UU. fueron transformados de perros vigilantes en la era del Watergate en perros falderos, y finalmente en perros guardianes para proteger las fechorías de la seguridad nacional. En ese sentido, el escándalo Irán-Contra/Sorpresa de Octubre representó el eslabón perdido en una narrativa política estadounidense más amplia que cubrió la visión de conjunto de varias décadas, explicando cómo EE.UU. pasó de ser una nación que enfrentaba problemas que hacen época, de la dependencia energética y de la degradación medioambiental, a presupuestos militares inflados y una obsesión con el imperio. A pesar de todos sus defectos y medidas a medias, el presidente Carter había comenzado a promover la energía solar y otras energías alternativas; impulsó programas de preservación y trabajó para reducir el déficit federal; y en el extranjero, propugnó un mayor respeto por los derechos humanos y se apartó de la presidencia imperial. Para ser preciso, despidió a muchos irresponsables partidarios de la Guerra Fría de la CIA y exigió concesiones de tierra por paz de Israel. Peligros inaceptables Un posible segundo período de Carter presentaba peligros inaceptables para algunos intereses poderosos dentro y fuera del país. Los Viejos Muchachos de la CIA (a los que el legendario agente de la CIA Miles Copeland consideraba “la CIA dentro de la CIA”) pensaban que comprendían los genuinos intereses nacionales incluso si el público de mente perezosa y los políticos indecisos no lo hacían. El primer ministro israelí Menachem Begin y su Partido Likud creían en un “Gran Israel” y estaban decididos a no negociar más territorios conquistados en la Guerra de Seis Días de 1967 por promesas de paz con los palestinos y otros árabes. En 1980 Begin todavía estaba furioso por la presión de Carter en Camp David para que entregara el Sinaí a cambio de un acuerdo de paz con Egipto. En otras palabras, las preocupaciones profundamente arraigadas de muchas fuerzas influyentes se entrecruzaron en 1980, todas con un deseo común de hundir la campaña por la reelección de Carter. Y la mejor forma de hacerlo era debilitar sus esfuerzos por obtener la libertad de 52 rehenes estadounidenses que estaban retenidos en Irán. [Para detalles (en inglés) vea “The CIA/Likud Sinking of Jimmy Carter” en Consortiumnews.com] Las relaciones secretas, nacidas de las negociaciones por los rehenes de 1980, crearon el marco para la aprobación por el gobierno de Reagan de embarques clandestinos de armas de Israel a Irán que comenzaron inmediatamente después de que Reagan llegó al poder en 1981, precisamente cuando los rehenes estadounidenses fueron finalmente liberados. Esas ventas iniciales israelíes de armas se convirtieron gradualmente en las transferencias de armas de Irán-Contra. Por lo tanto, cuando el escándalo Irán-Contra apareció en el otoño de 1986, el encubrimiento subsiguiente no tuvo lugar simplemente para proteger a Reagan de una posible recusación por violar la Ley de Control de Exportación de Armas y la prohibición por el Congreso de ayuda militar a los contras nicaragüenses, sino por la revelación de la fase anterior aún más tenebrosa del escándalo, que implicaría a Israel y a la CIA. Al autorizar la primera investigación de Irán-Contra, el Fiscal General [Ministro de justicia] de Reagan, Edwin Meese, estableció los parámetros cronológicos como 1985 y 1986. Las investigaciones del Congreso también se concentraron en ese limitado período, a pesar de indicaciones de que el escándalo comenzó antes, como con el misterio de un vuelo charter israelí con armas que fue derribado en julio de 1981 después de extraviarse en el espacio aéreo soviético. Walsh y su equipo de investigación comenzaron a sospechar, más tarde, en la investigación criminal de Irán-Contra que la única explicación para los fútiles tratos de armas por rehenes respecto al Líbano en 1985-86 –cuando cada rehén liberado fue reemplazado por un nuevo cautivo– era que la relación tripartita de Irán-Israel-Reagan ocurrió antes de la crisis libanesa, en 1980. Ese fue un motivo por el cual los investigadores de Walsh preguntaron al consejero nacional de seguridad de George H.W. Bush (y ex agente de la CIA) Donald Gregg, por su posible rol en el retraso de la liberación de los rehenes en 1980. Su negativa fue considerada engañosa por un polígrafo del FBI. ‘Gente de las altas esferas’ Nicholas Veliotes, secretario adjunto de Estado de Reagan para Oriente Próximo, describió su descubrimiento de las anteriores conexiones con Irán después de la caída del avión israelí en la Unión Soviética en 1981. “Tenía claro después de mis conversaciones con gente en las altas esferas que ciertamente habían aceptado que los israelís transbordaran a Irán algún equipamiento militar de origen estadounidense”, dijo Veliotes en una entrevista con Frontline de PBS. Al verificar el vuelo israelí, Veliotes llegó a creer que los tratos del campo de Reagan con Irán se remontaban a antes de la elección de 1980. “Parecen que comenzaron en serio en el período anterior a la elección de 1989, ya que los israelíes habían identificado quiénes llegarían a ser los nuevos protagonistas en el área de la seguridad nacional en el gobierno de Reagan”, dijo Veliotes. “Y entiendo que algunos contactos se hiciero en esa época”. Aunque cerca de dos docenas de testigos –incluyendo altos oficiales iraníes y una gran variedad de protagonistas internacionales– han entrado en detalles sobre el descubrimiento de Veliotes, la presión se hizo abrumadora en los últimos años de la presidencia de George H.W. Bush para que no se aceptaran las conclusiones obvias. Fue más fácil para todos los involucrados –con seguridad los republicanos, pero también los demócratas y gran parte del cuerpo de prensa de Washington– desacreditar las afirmaciones corroboradas de 1980. A la cabeza iba la neoconservadora revista New Republic. En el otoño de 1991, mientras el Congreso deliberaba si realizar una investigación completa del asunto Sorpresa de Octubre, Steven Emerson, periodista con estrechos lazos con el Likud, produjo un artículo de primera plana para The New Republic en el que afirma que demuestra que las afirmaciones constituían un “mito”. Newsweek publicó una historia de primera plana concordante que también atacaba las afirmaciones sobre Sorpresa de Octubre. El artículo, me dijeron, había sido ordenado por el editor ejecutivo Maynard Parker, quien era conocido dentro de Newsweek como un estrecho aliado de la CIA y admirador del destacado neoconservador Elliott Abrams. Los dos artículos influyeron en la configuración de la sabiduría convencional de Washington, pero ambos se basaban en la mala interpretación de documentos de participación en una conferencia histórica en Londres a la que William Casey fue en julio de 1980. Las dos publicaciones ubicaron a Casey en la conferencia en una fecha clave –probando supuestamente que no podía haber asistido a una supuesta reunión en Madrid con emisarios iraníes-. Sin embargo, después de la aparición de los dos artículos, entrevistas de seguimiento con participantes en la conferencia, incluido el historiador Robert Dallek, mostraron de manera concluyente que Casey no estuvo en la conferencia hasta más tarde. El veterano periodista Craig Unger, quien había trabajado en el artículo de Newsweek, dijo que la revista sabía que la coartada de Casey fue un engaño pero la utilizó a pesar de todo. “Fue la cosa más deshonesta por la que he pasado en mi vida en el periodismo”, me dijo Unger posteriormente. Sin embargo, incluso a pesar de que los artículos de Newsweek y de New Republic habían sido desenmascarados, eso no impidió que otras publicaciones dominadas por neoconservadores, como el Wall Street Journal, prodigaran el ridículo contra cualquiera que se atreviera a tomar en serio el caso de Sorpresa de Octubre. Periodismo peculiar Emerson también era un estrecho amigo de Michael Zeldin, abogado jefe adjunto del grupo de trabajo de la Cámara que investigó el asunto Sorpresa de Octubre en 1992. Aunque el grupo de trabajo tuvo que echar por la borda la coartada engañosa de Emerson para Casey, investigadores de la Cámara me dijeron que Emerson visitó frecuentemente las oficinas del grupo de trabajo y asesoró a Zeldin y a otros sobre cómo interpretar la evidencia de Sorpresa de Octubre. Exámenes subsiguientes del tipo peculiar de periodismo de Emerson (que seguía invariablemente la línea del Likud y a menudo satanizaba a los musulmanes) revelaron que Emerson tenía vínculos financieros con patrocinadores derechistas como Richard Mellon Scaife y había sido anfitrión del comandante derechista de inteligencia israelí Yigal Carmon cuando éste fue Washington a cabildear contra las conversaciones de paz en Oriente Próximo. En 1999, un estudio del artículo de Emerson por John F. Sugg para la revista Extra! de Fairness and Accuracy in Reporting, citó a un periodista de Associated Press que había trabajado con Emerson en un proyecto, y dijo hablando de Emerson y Carmon: “No tengo dudas de que esos sujetos trabajan juntos”. El Jerusalem Post informó de que Emerson tiene “estrechos vínculos con los servicios de inteligencia israelíes”. Y “Victor Ostrovsky, quien desertó de la agencia de inteligencia Mosad de Israel y ha escrito libros revelando sus secretos, llama a Emerson ‘la trompeta’ “porque pregona a los cuatro vientos las afirmaciones del Mosad”, informó Sugg. Sin embargo, por la manera en que Washington trabajaba a fines de los 12 años de la era Reagan-Bush, había poco interés por llegar al fondo de un difícil escándalo de seguridad nacional. El grupo de trabajo de la Cámara simplemente aplicó algo de lógica fantástica, como al afirmar que porque alguien anotó el número de teléfono de la casa de Casey en otra fecha clave se demostraba que estaba en casa, para concluir que nada había pasado. Entre el resultado de “ninguna evidencia creíble” del trabajo del grupo de la Cámara y el subsiguiente ridículo acumulado sobre las afirmaciones por parte de importantes medios noticiosos de EE.UU., el caso de Sorpresa de Octubre se dejó a un lado como si fuera “teoría conspirativa”, como todavía lo califican personas informadas en Washington y Wikipedia. Sin embargo, revelaciones posteriores han mostrado que una inundación de nueva evidencia incriminatoria para los republicanos llegó al grupo de trabajo de la Cámara en sus últimas semanas, en diciembre de 1992, tanta que el abogado jefe Lawrence Barcella dice que recomendó que el jefe del grupo, el representante Lee Hamilton, demócrata de Indiana, ampliara la investigación en varios meses. Sin embargo, Barcella dijo que Hamilton rehusó, citando dificultades de procedimiento. En su lugar, la evidencia incriminatoria simplemente se ocultó a otros miembros del grupo de de trabajo, y la investigación acabó con un resultado de inocencia republicana. Incluso parece que un informe tardío del gobierno ruso de su propia inteligencia sobre el caso –que corrobora afirmaciones sobre un trato republicano-iraní– ni siquiera fue mostrado a Hamilton. Cuando se le preguntó en este año, Hamilton me dijo que no recordaba haber visto nunca el informe ruso (aunque venía dirigido a su persona) y Barcella agregó que no “recordaba si había mostrado [a Hamilton] el informe ruso o no”. Según otras entrevistas recientes, el disenso dentro del grupo de trabajo respecto a algunos de los argumentos irracionales utilizados para absolver de todos los cargos a los republicanos fue suprimido por Hamilton y Barcella. En otras palabras, el Washington oficial prefirió barrer este desagradable escándalo bajo la alfombra que enfrentar los hechos y sus inquietantes implicaciones. Sin embargo, como Reagan sigue siendo un ícono conservador y sus políticas antigubernamentales siguen estando de moda entre millones de estadounidenses –recortar los impuestos para los ricos, debilitar las regulaciones para las corporaciones, rechazar la energía alternativa, y expandir el presupuesto militar– la historia perdida del escándalo Irán-Contra más amplia ha resultado ser un caso en el cual el país resultó perjudicado por lo que no sabía. -------------- Robert Parry reveló en los años ochenta muchas historias de Irán-Contra para Associated Press y Newsweek. Su último libro: The Disastrous Presidency of George W. Bush, fue escrito con dos de sus hijos, Sam y Nat, y puede pedirse en neckdeepbook.com. Sus dos libros anteriores: Secrecy & Privilege: The Rise of the Bush Dynasty from Watergate to Iraq y Lost History: Contras, Cocaine, the Press & 'Project Truth' también están disponibles allí. O en Amazon.com. |
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