ca usaba y sin entender mucho sobre lo que discutían sus padres, le entregó todo al desposeído y éste no esperó más, y ya con un abrigo y algo de comida, siguió su camino.

Ésta breve historia me sirve como introducción y ejemplificación para hablar sobre ideologías políticas, sobre izquierda y derecha, ya que exactamente a eso es a lo que nos lleva la eterna discusión sobre ellas. Vivimos juntos cual si fuésemos un matrimonio, los de izquierda y los de derecha, compartimos los mismos bienes públicos, vamos a los mismos cines y a los mismos restaurantes y hasta somos capaces de sentarnos en la misma mesa, pero cuando debemos tomar acción sobre determinada cosa, entonces nos enfrascamos en un eterno dialogo o eterna discusión sobre ideologías, que si la izquierda o que si la derecha mientras el desposeído sigue con hambre y aguantando frío.
 
Y es que es ahí donde destaca la acción de aquel hijo que con actitud pragmática, sencillamente dejándose llevar por la solidaridad humana y el deseo de ayudar a su semejante, no cayó en “la trampa” de la discusión y solucionó –al menos momentáneamente- la necesidad inmediata de aquel ser humano que lo solicitó y que era evidente su necesidad.
 
El fin de la política debe basarse y regirse en ese principio solidario de ayudar, de servir y de procurar el bien común para todos, y si a ese objetivo se le llega por la izquierda o por la derecha es lo de menos, siempre y cuando se le llegue.