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No siempre la sangre hace la familia - Julian Frech Ayub - TicoVisión | ||||||||
Publicado en 21/04/13 a 22:55:20 GMT-06:00 Por Administrador | ||||||||
El pariente, a mi juicio, es meramente un accidente producto de un acto sexual en el que el “ser” resultante lleva tus genes… nada más, solo eso. 22 de abril de 2013 | TicoVisión | Redacción - | Opinión | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento Por el Lic. Julian Frech Ayub 22 de abril de 2013.- Leía un día por ahí, algo así como que “la sangre marca solamente el parentesco”, y de inmediato me identifiqué, pues se ajustaba a mi pensamiento, a mi forma de ver la vida, a mis sentimientos y experiencias. Quizás algunos leyeron una de mis ocurrencias y que cito “¡Hijo, no es aquél que te parió la mujer que amaste, sino el que te ama y te respeta como Padre!”; un pensamiento que se puede ajustar a cualquier otro grado de parentesco como por ejemplo “¡Nieto, no es aquél que parió tu hija o la esposa de tu hijo, sino el que te ama y te respeta como abuelo! Es algo que he comprobado a lo largo de mi vida, no solamente en mi propia existencia, sino también en la vida de algunos amigos que son “familia”. Se pueden tener muchos “parientes”, es decir, individuos unidos a nuestro ser por algún grado de consanguinidad, pero ello no significa que les podamos llamar “familia” a todos por igual, pues habrán algunos que nunca vez ni te ven; que no te llaman, que sabe uno que existen, pero desconociendo totalmente su paradero y que únicamente el día de tu partida asisten como penitentes a tu sepelio, o envían una “corona” con alguna falaz metáfora de algún pasaje inexistente. Esos, son solo “parientes”, pues para ser “familia” hacen falta tantas cosas; hace falta la cercanía, el compartir buenos y malos momentos, el cariño, el “amor”, la preocupación y la ayuda del uno por el otro, el abrazo, el beso, una caricia… un “te quiero”; estar pendiente si te enfermas y hacerte compañía; llamarte una o muchas mañanas y solo preguntar “cómo amaneciste”… “te deseo lo mejor”… “te tengo en mi pensamiento y en mis oraciones”… “sos muy importante para mí, cuidate”… “¿Necesitás algo?” etc. El pariente, a mi juicio, es meramente un accidente producto de un acto sexual en el que el “ser” resultante lleva tus genes… nada más, solo eso. El familiar, es todo un proceso antes descrito y que lleva como meta la palabra más “sagrada”; ¡Amor!, y que se va conociendo y profundizando conforme el “pariente” va superando las diferentes etapas de su vida. Me refiero por supuesto al “amor” en el sentido amplio que éste abarca, no al banal y confuso con pasión entre varón y mujer. Desde mi infancia, me ha tocado “residir” en hospitales por diferentes períodos de tiempo, algunas veces tan largos como tres meses. Mis padecimientos han llegado a ser para algunos “parientes”, nunca motivo de preocupación, sino que la costumbre, una costumbre que les confunde, y hasta me maltratan enjuiciándome, sin tomarse la mínima molestia de conocer la gravedad o el dolor que siento y altera mis estados de ánimo. Una costumbre que no les ha permitido ver que conforme se profundizan mis dificultades y limitaciones, he ido adaptándome a cambiar mi medio de subsistencia; pero ¡siempre ganándome el pan con mi esfuerzo! y por el hecho de no pensar en lo que tengo, sino en lo que debo hacer para seguir viviendo… pues me encanta la vida, por difícil que esta sea. Pero mi experiencia no era el punto, sino la introducción a que ya en etapa adulta, con un espíritu más investigativo, he aprovechado el tiempo en los internamientos para investigar y valorar la actuación de los médicos, enfermeras, camilleros, oficinistas etc., temas que tocaré en otro momento. Lo más importante, han sido mis pláticas con pacientes, y enfocaré hoy a un tipo de paciente: Pacientes con quienes he compartido y convivido, les he visto muchas veces solitarios, sin visitas por una o más semanas; me acerco y le pregunto a uno de tantos… ¿Tiene usted familia? “sí, seis hijos y veinte nietos, varios sobrinos, hermanas y hermanos” y de inmediato respondí: “me va usted a disculpar por lo que voy a decirle, pero esos no son familia, son parientes”; me responde “¡claro que son familia!”, y le recalco “no señor, son solo parientes que nunca vienen a verle. Ese camillero, ese que después de su hora de salida se cambia de ropa y viene a platicar con usted, que a veces le lee un libro o le cuenta una historia, un chiste o algún cuento… ¡ese es su familia!”. |
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