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Aquellos bellos tiempos cuando se escribían cartas - TicoVisión |
Publicado en 30/12/14 a 02:21:05 GMT-06:00 Por Administrador |
Una carta era algo muy importante, te cambiaba el día, se leía y se releía, y se imaginaba uno algunos detalles que no estaban escritos ni insinuados. Sencillamente uno los inventaba y casi que los ponía en la carta. cuando se escribían cartas Por el Dr. Guillermo Carvajal Alvarado * Una carta era algo muy importante, te cambiaba el día, se leía y se releía, y se imaginaba uno algunos detalles que no estaban escritos ni insinuados. Sencillamente uno los inventaba y casi que los ponía en la carta. Eso de recibir correspondencia se convierte en un hábito y tiene sus ritos, las cartas las abres en la intimidad de tu habitación, la lees de prisa para ver que no traigan malas noticias, luego viene el proceso de degustación del texto siempre precedido de: querido amigo… Las cartas llegaron a constituir un género literario. En el pasado se hurgaba en la vida de los autores buscando localizar sus cartas más significativas, se agrupaban y se publicaban. O hubo autores que elegían dejar su mensaje a través de cartas. Cada carta era una especie de tema. En fin, que en literatura el género fue ampliamente desarrollado y hay muchos libros que dan testimonio de ello. Las cartas y el cotidiano de los emigrantes. Mi amigo y compañero de estudios paulino González (QDG) solía decir que “cuando ya dejas de recibir cartas, atravesaste por primera vez el círculo de la muerte”. Me insistía: “Memo, la gente ya te olvido y ese es un proceso por el que pasamos quienes hemos vivido mucho fuera, alejados del terruño. Pues sí, ciertamente mucha gente llega a olvidarnos y muchos ya no responden nuestras cartas. Mi amigo me decía: “Mira Memo, esto de vivir en el extranjero es como estar muerto, la gente solo te recuerda, pero no te escribe, dejaste de estar en ese lugar, te conviertes en un nombre y dejas de ser persona, ya no estás y en el cotidiano, ya no sos presencial y la vida es presencia”. Y al final uno termina aceptando que ya no está ni aquí ni allá, este solo cerca de un mundo que no es el tuyo. De un mundo donde sabes no te vas a quedar, porque fuiste de paso a cumplir con una meta. El rito de escribir la carta y la vieja máquina de escribir. Ponés la hoja en blanco, la hacés entrar en el carrete, le das a la manilla que agita a la hoja hasta la posición de escritura. Y procedes en términos de saludo a comunicarte con tu lejano destinatario. Iniciás la tarea con cautela para no equivocarte y no tener que tirar esa hoja al cesto que siempre tenía uno al lado para desechar las hojas que están mal mecanografiadas. La ceremonia de sentarse delante de una maquina escribir era espectacular, la máquina de escribir exigía un respeto. Uno no se sentaba mal vestido, no, se preparaba como quien iba a salir a trabajar, pero se queda trabajando en la casa. Las hojas terminadas se ponían aparte y uno iba formando puñitos de hojas, al final de una mañana cuántas hojas escribió. Y bueno, si uno lograba hacer 5 hojas era un triunfo se avanzaba poco a poco, y se iban apiñando las ideas de uno sobre el papel. Luego esas ideas uno las revisaba y podía corregirlas a mano para volverlas de nuevo a mecanografiar. Si tomaba tiempo escribir, era un proceso que implicaba orden, pero uno terminaba aprendiendo esa disciplina a la que te llevaba la máquina de escribir. Hoy añoro aquellos tiempos y las cartas que recibía de amigas y amigos portadoras de noticias, cartas con pequeños recortes periodísticos. Y sigo esperando como el coronel Aureliano Buendía, esa carta que nunca llega. O quizás estimados lectores, ustedes se apiaden y decidan no romper el divino encanto de recibir una carta escrita en máquina de escribir. Les dejo mi dirección que es real: La Soledad, calle 13, avenida 14, casa 1184, San José. Centro. Distrito Catedral. * Dr. Guillermo Carvajal Alvarado: Catedrático en la Universidad de Costa Rica. Estudió Géographie et amémagement du territoire en University of Toulouse II – Le Mirail. Profesor en la Universidad de Costa Rica, en el Truman Institut Israel y en Utah State University. Alcanzó el rango de Catedrático Universitario. Ha publicado numerosos articulos y libros sobre temas sociales de América Central. Vive en San José, Costa Rica y es Gerente Propietario de Editorial y Librería Alma Mater. |
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