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Cuando las hojas de papel eran motor del pensamiento - TicoVisión |
Publicado en 16/08/15 a 05:34:13 GMT-06:00 Por Administrador |
El mundo de los libros: en épocas pasadas en nuestros lugares de residencia los libros siempre ocuparon un lugar privilegiado, estaban a salvo en oficinas personalizadas, ordenadas en anaqueles, dispuestos por materias y ... eran motor del pensamiento Por el Dr. Guillermo Carvajal Alvarado * En épocas pasadas en nuestros lugares de residencia los libros siempre ocuparon un lugar privilegiado, estaban a salvo en oficinas personalizadas, ordenadas en anaqueles, dispuestos por materias y bien distribuidas por materia. Era la época en que teníamos las miras en las ideas y los libros las transmitían. Recuerdo que en las visitas a mis colegas y amigos y ojala los que poseían otra profesión siempre revisamos la biblioteca, parte de la visita transcurría en privada revisando libros, recordando contenidos y preguntado por autores. Había una cultura para el libro, y el libro la simbolizada y el guardián del conocimiento. En general la población leía, unos lo necesario, otros eran lectores ávidos y otros eran realmente enciclopedias rodantes y ambulantes que sabían de ediciones, de traducciones de las casas editoras, eran los tiempos cuando los libros se entendían como una conversación con gente inteligente, autores y lectores y amantes de los libros. El libro era una pasión que lo hacía a uno estar al tanto de los catálogos, proliferaban las revistas especializadas, las revistas tenían secciones de crítica de libros y literaria. Presentar el libro era un acto litúrgico de la cultura, era un de degustación cultural, un exquisito platillo para el conocimiento y para el intercambio. Y la oportunidad de unos breves minutos recogiendo los autógrafos del autor en su libro recién presentado en el que estampaba la firma en la página en blanco posterior a la portada. La modernidad de las nuevas tecnologías (TICS), entraron mal porque le declararon la guerra al libro, lo transformaron en una “apps”, como se llama en ese lenguaje de los teléfonos inteligentes. Que de seguro serán de uso restringi- do. Yo no puedo pedirle el teléfono dizque inteligente a un ciudadano para saber que libros baja y guarda en la memoria de su teléfono, así que en verdad, no sé que puede leer, solo sé que no es tan inteligente porque depende de un aparato y sin ese molesto emisor de luces y sonido seguro no sería nadie. El libro se convirtió en algo muy vago, que los vagos de hoy no consultan y por eso inventaron disparar las fases célebres en esas tarjetitas sacadas de los mejores pensamientos de algún autor, luego les colocan un dibujo y podemos leer a lo sumo 10 líneas que destilan talento. Esas tarjetitas se hicieron como la cocaína, viene en dosis pequeñas para que no intoxiquen. Así solo sabemos que existió un señor que escribió… “Podría escribir los versos más tristes esta noche” y un chistoso de la cultura le agrego y decir que no fue penal para indicar una acción de partido de fútbol. ….y creo que ahí se tendría porque la postal solo recoge eso, ideas efímeras. Hemos llegado al tiempo del conocimiento efímero, todo cambia a una velocidad vertiginosa. La cultura coquera es una pequeña aspirada de cultura dura, su efecto es por unas horas. Hasta la nueva postalita. En general, ese tipo de ideas nunca fue lo mío, me gusta discutir con argumentos sobre temas donde los autores me acompañan en la disertación y son mi complemento en la elaboración de mis ideas. El libro nos reflejaba y hacia tangibles nuestras ideas, somos lo que hemos… o más bien, fuimos lo que leímos, los libros nos inculcaron valores, nos dieron el empujón para ir más adelante y por eso los resguardábamos, merecían una estantería y merecían una revisión permanente y constante. Puedo decir que soy los libros que conocí y los países donde viví, con cultura de primera, no necesité pasar por un intérprete, ni por un guía turístico. Siempre consultaba los libros y no perdía tiempo tomando fotografías, ya esas estaban hechas por expertos en las famosas postales. Hoy en las redes sociales cualquier bandolero adorna su perfil con el Partenón o con sitios bellos de una gran cultura, pero desconocen los procesos sociales que llevaron a la creación de esos grandes monumentos de la humanidad. El libro fue sustituido por imágenes y la cultura fue suplantada por fotografías, la cultura se volvió ególatra; como geógrafo, nunca necesitaba de los guías y no los necesito, bien podrían ser mis alumnos porque los libros me dieron una formación y un modo de abordar el mundo creando mis propias ideas, en unas he podido ir más largo, en otras no pude avanzar. Y de los libros hay historias bellas, cuando encontramos un personaje que lo refleja a uno, o con el que uno se solidariza. Claro, el libro tenía un costo y no se podían tener todos los libros que uno quisiera, pero entones teníamos las bibliotecas para poder traer los libros a la casa. Recuerdo que mi maestro me decía cuando me veía con muchos libros: Mirá, andás paseando los libros. Yo le respondía que van de paseo, son los libros que me ayudarán para escribir un trabajo, eran el apoyo de mis ideas, podía partir de ellos y diferir de ellos con respeto aportando nuevas. Los jóvenes se veían siempre llenos de libros. Preferí muchas veces ir a una buena librería que muchas fiestas, amaba las librerías y ver esos congéneres como yo en busca de una joya literaria, o de un libro profesional que pudiera aclararme dudas, ampliarme puntos de vista. La lectura me llevo necesariamente a superar el provincialismo de mi lengua materna, me llevó a aprender a leer y escribir y hasta a hablar en francés e inglés, a entender y leer en italiano y portugués, soy un hombre de libros y sin ellos la vida me sería imposible, y no es una impostura, es mi realidad cotidiana y ahora puedo leer más sobre cultura general que sobre mi especialidad, pero igualmente los libros siempre se apilan sobre mi escritorio y siempre con mirada piadosa me hablan, me dicen dame una hojeada, no de ojos, sino de pasar sus hojas para saber de qué trata. Las librerías y las bibliotecas son los grandes templos de la cultura, por supuesto, como hombre de mis tiempos tengo mi P.C. de escritorio, mi teléfono que no es inteligente pues para eso estoy yo, para suplir las necesidades de inteligencia del teléfono y solo espero que sea mi ventana de comunicación con mis personas cercanas. Noto que los grandes templos de la cultura empiezan a oler a moho, hay menos visitación a las bibliotecas, y eso me remite a mis años de estudio cuando los bibliotecarios fueron los grandes guías de mis búsquedas bibliográficas, una biblioteca sin un buen bibliotecario estaba muerta, hoy lo que está muerto es la cultura del libro y no sé si la cultura en general. * Dr. Guillermo Carvajal Alvarado: Catedrático en la Universidad de Costa Rica. Estudió Géographie et amémagement du territoire en University of Toulouse II – Le Mirail. Profesor en la Universidad de Costa Rica, en el Truman Institut Israel y en Utah State University. Alcanzó el rango de Catedrático Universitario. Ha publicado numerosos articulos y libros sobre temas sociales de América Central. Vive en San José, Costa Rica y es Gerente Propietario de Editorial y Librería Alma Mater. |
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